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sábado, abril 27, 2024
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La variante Ómicron del SARS-CoV-2

La pandemia no ha terminado. Con o sin Ómicron, la variante Delta del coronavirus sigue generando crisis en todo el mundo, en muchos países de Europa hay una nueva ola y en México, aunque las autoridades sanitarias lo intentan ocultar, también ha retomado fuerza un nuevo repunte de contagios.

La situación se podría complicar con el surgimiento de una nueva variante del SARS-CoV-2 anunciada el viernes 26 de noviembre por la Organización Mundial de la Salud (OMS), como B.1.1.529 una “variante de preocupación” y la llamó Ómicron, que se une a la lista negra donde ya están Alpha, Beta, Gamma y Delta.

Fue detectada por primera vez en Botswana a principios de noviembre, pero muy probablemente surgió antes. Los investigadores secuenciaron su genoma e identificaron al menos 50 mutaciones, más de 30 de ellas en la proteína de pico. Ninguna otra variante había tenido tantos cambios en el pico.

El coronavirus que surgió a fines de 2019 en la ciudad de Wuhan, China, no es el mismo que ahora predomina en todo el mundo. La que prevalece actualmente es la variante Delta, con 23 mutaciones. Resultó ser 50 veces más contagiosa e infecciosa y se replica 10 veces más rápido que la original; es 46% diferente y todavía es la más común en el planeta.

La mutación es una característica inherente de los virus y desde el inicio de la pandemia los científicos han registrado diversas variantes; solo es cuestión de tiempo y de circulación entre sus huéspedes para que se presenten nuevas. Así ha ocurrido con Ómicron o B.1.1.529.

Fue detectada por primera vez en Botswana a principios de noviembre, pero muy probablemente surgió antes. Los investigadores secuenciaron su genoma e identificaron al menos 50 mutaciones, más de 30 de ellas en la proteína de pico. Ninguna otra variante había tenido tantos cambios en el pico.

A veces surgen y desaparecen nuevas variantes. Algunas de ellas persisten y vuelven a cambiar. Este es el principal arsenal de sobrevivencia de los virus y el SARS-CoV-2 evoluciona y muta rápidamente.

Todavía no se conocen todas las características de Ómicron y aún no se saben los efectos de estas mutaciones, posiblemente dentro de una semana o dos se tengan más datos, pero la mayor preocupación entre la comunidad científica es que puedan conducir a un aumento en su capacidad de infección y reinfección entre personas que ya han sufrido la enfermedad o han sido vacunadas, es decir, que puedan conducir al posible fracaso de la protección de las vacunas existentes.

Desde que se identificó, la nueva variante se ha extendido rápidamente a varios países de África, Europa, Asia y América. En Sudáfrica han crecido los casos, particularmente en las escuelas y entre los jóvenes, tanto en la provincia de Gauteng, como en la capital, Johannesburgo, incluso científicos sudafricanos como Tulio de Oliveira, de la Universidad de KwaZulu-Natal, y Penny Moore, de la Universidad de Witwatersrand, creen que ya se ha extendido por todo el país.

De acuerdo con análisis de Tulio de Oliveira, el número de contagios de Ómicron se ha triplicado en 3 días en Sudáfrica hasta alcanzar casi 3 mil casos, casi el 77% de los enfermos registrados en ese lapso, lo que indica que está predominando rápidamente sobre Delta, en esa región de ese país.

Las mutaciones del SARS-CoV-2

El genoma del SARS-CoV-2 está formado por una única cadena de ácido ribonucleico (ARN) con 30 mil bases genéticas que codifican 10 mil aminoácidos (moléculas que se combinan para formar proteínas). Los científicos han identificado varias regiones de genes que codifican proteínas, pero había genes de los cuales todavía no se sabía su función.

En mayo de 2021, en un artículo publicado en Nature Communications, un equipo de científicos encabezados por Manolis Kellis, del Instituto Broad de la Universidad de Harvard y del Instituto Tecnológico de Massachusetts, con base en el método de genómica comparada, reunió la información más completa del genoma del coronavirus para precisar qué partes del genoma del SARS-CoV-2 contienen realmente genes.

Confirmaron genes que codifican proteínas, pero también encontraron que algunos otros que se habían sugerido como genes no codificaban ninguna proteína. Para ello, compararon virus similares como el SARS-CoV, el MERS, 42 cepas de sarbecovirus de murciélago y todas las variantes conocidas del SARS-CoV-2, hasta inicios de 2021. Así, confirmaron la ubicación de seis genes que codifican proteínas que se suman a los cinco que ya se habían identificado con otros coronavirus. En total, el coronavirus tiene 11 genes, cada uno compuesto por miles de moléculas.

También determinaron que una región que codifica un gen llamado ORF3a codifica otro gen adicional, denominado ORF3c. Un gen dentro de otro gen, algo común en los virus, cuyos genomas están bajo presión selectiva para mantenerse compactos. El papel de este nuevo gen, así como de otros, aún se desconoce.

Desde que comenzó a infectar a los humanos el SARS-CoV-2 ha mutado constantemente. Ha tenido alrededor de mil 800 mutaciones en las diferentes variantes, la mayoría de ellas han sido inofensivas para el ser humano, pero algunas de esas mutaciones tienen la capacidad de evadir el sistema inmunitario humano o volverse más infeccioso.

Desde que comenzó a infectar a los humanos el SARS-CoV-2 ha mutado constantemente. Ha tenido alrededor de mil 800 mutaciones en las diferentes variantes, la mayoría de ellas han sido inofensivas para el ser humano, pero algunas de esas mutaciones tienen la capacidad de modificar la capacidad del virus para evadir el sistema inmunitario humano o volverse más infeccioso.

Cambios en la proteína S

La proteína de la membrana externa del coronavirus forma protuberancias con forma de picos o espigas (spike o S, en inglés) que, vistas al microscopio, le dan la apariencia de llevar corona (de ahí su nombre), pero tiene un engranaje muy complejo con una estructura en la que intervienen mil componentes y moléculas que cambian de forma continuamente, como una experta del camuflaje.

El virus usa esa proteína (S) para fusionarse o adherirse a las células. Es como una llave microscópica que se adapta para encontrar la combinación de la cerradura celular –que en este caso es un receptor de la membrana celular humana llamada Enzima Convertidora de Angiotensina, ACE2– y abrirla; una vez adentro inicia el proceso de infección, se modifica para burlar los sistemas de defensa, se multiplica y escapa para invadir otras células.

La mayoría de las vacunas anti COVID-19 utilizan solo el gen de la proteína del pico como antígeno para generar la respuesta inmune. Un antígeno es un agente extraño que, cuando ingresa al organismo humano, es identificado por el sistema inmunitario que responde como un pequeño ejército de moléculas protectoras que generan anticuerpos que neutralizan la amenaza. De esta manera, al exponerse al virus real, el sistema inmunitario de la persona vacunada ya está preparado: reconoce a la proteína espiga y neutraliza al coronavirus.

Las nuevas variantes del coronavirus adquieren algunas de sus mutaciones en esta estructura; estos cambios en algunas de sus moléculas los usan para eludir la defensa del sistema inmunitario. Eso las hace más peligrosas y ayudan a que el virus se propague más rápido.

Hasta ahora se han identificado 50 mutaciones en Ómicron, 30 de ellas en la proteína S, pero hay otras 20 modificaciones en otras partes, por ejemplo, en la nucleocápside que rodea el material genético de ARN, una región que es identificada por algunas de las células del sistema inmunitario humano. Por ello, los cambios en esa zona también pueden ayudar al virus a evadir el sistema de defensa del organismo humano.

Ante la identificación de la nueva variante, grupos de científicos están analizando si es más infeccioso y contagioso, es decir, si es más virulento; también, están probando su resistencia a las vacunas.

Aún no se sabe a ciencia cierta, pero algunos análisis preliminares indican que la tasa de transmisión de Ómicron es dos veces más rápida que Delta y el tiempo de duplicación es de 4.8 días.

El equipo de Penny Moore, de la Universidad de Witwatersrand, está llevando a cabo pruebas de resistencia de Ómicron a las vacunas. Junto con sus colegas prueban la sangre de personas que ya han sido vacunadas contra una versión sintética de la nueva variante, pero los resultados podrán tardar una semana o dos. “Hay muchas mutaciones que nunca habíamos estudiado antes, pero solo con mirar la ubicación en la espiga, parecen estar en regiones que sabemos que son inmunodominantes”, dijo Moore.

Los equipos de científicos de las farmacéuticas Moderna y BioNTech-Pfizer están llevando a cabo pruebas para saber si sus vacunas aún protegen contra Ómicron. Sus vacunas hechas a base de ARN mensajero (ARNm) tienen nueva tecnología que les permite una rápida modificación. De hecho, ya existe un antígeno más avanzado para la segunda generación de vacunas de ARNm, y en tan solo unas semanas podrían adaptar su vacuna actual a una nueva, que proteja contra la nueva variante.

También se está analizando la resistencia de la variante en aquellas personas que tienen inmunidad híbrida, es decir, que han padecido COVID-19 y han sido vacunadas. Se han reportado casos en todo el mundo de reinfecciones en personas con este tipo de inmunidad, por lo que medir la capacidad de reinfección es un asunto clave.

Vigilar las mutaciones

Para estar al tanto del surgimiento de nuevas variantes o cepas del SARS-CoV-2 científicos de varias partes del mundo analizan el mapa genético del coronavirus tomados de muestras de personas enfermas y muertas por COVID-19; solo así es posible advertir los cambios que está adquiriendo mientras infecta y predomina entre las poblaciones.

De ahí la importancia de llevar a cabo el análisis de las secuencias genéticas y el estudio filogenético para actualizar de manera permanente el “árbol genealógico” del coronavirus, solo así es posible identificar las nuevas características que les brindan las mutaciones y que se van presentando a lo largo de la pandemia. En aquellos países donde hay una alta prevalencia del coronavirus, es común que se presenten mutaciones, estos cambios ocurren mientras el virus se encuentra en un organismo huésped y de ahí e propaga.

Diversos países llevan a cabo los análisis de genoma completo del virus para localizar las mutaciones, entre ellos México. No es casual que la nueva variante se haya identificado por primera vez en Sudáfrica que parte del sistema de vigilancia genómica del coronavirus que lleva a cabo el Reino Unido, a través del consorcio Covid-19 Genomics UK –una asociación de las cuatro agencias de salud pública del Reino Unido, el Instituto Wellcome Sanger y 12 instituciones científicas–, por ello pudieron identificar rápidamente el surgimiento de Ómicron.

Desde el inicio de la pandemia hasta la fecha han realizado el análisis genómico de casi un millón y medio de muestras de virus. Cada día obtienen el genoma de tantos virus como México en un año.

Este análisis es clave para comprender la evolución del coronavirus, sus patrones de propagación y transmisión en todo el mundo, pero sobre todo para vigilar aquellas mutaciones que lo hacen aún más peligroso.

Ya el simple hecho de ser más infeccioso y transmisible lo convierte en una mayor amenaza; de ahí que la identificación de esta nueva variante haya hecho sonar las alarmas en todo el mundo.

Inmediatamente varios países suspendieron la llegada de viajeros de Sudáfrica y otras naciones africanas. Científicos de todo el mundo y de la Organización Mundial de la Salud saben que mientras se analiza el alcance real de la amenaza, es importante hacer todo lo posible para frenar y limitar la propagación de Ómicron.

En un mundo tan conectado y comunicado como el actual es imposible detener la llegada del virus, pero se puede retrasar su llegada y mitigar su impacto. Esto no significa prohibir el transporte entre naciones sino vigilar, con medidas de bioseguridad, a los viajeros desde los países en los que se ha detectado esta variante, aplicar un sólido régimen de pruebas y rastreos para identificar a las personas infectadas, aquellas con las que han tenido contactos y asegurarse de que sean aisladas.

Otras medidas de preparación que deben adoptar los países contra cualquier variante se encuentra el acelerar la vacunación de toda la población, iniciar la vacunación de refuerzo, fomentar el uso generalizado de cubrebocas, limitar las actividades no esenciales, mantener el aislamiento físico y restringir actividades en espacios poco ventilados.

Congruentes con el pésimo manejo de la pandemia, tanto el Subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, como el presidente, Andrés Manuel López Obrador, han minimizado el riesgo de Ómicron y han afirmado, sin base científica alguna, que no representa ningún peligro. Debemos esperar los resultados de las investigaciones y análisis de otros. Mientras tanto hay que prepararse y continuar con las medidas de bioseguridad.

No solo Ómicron sino también Delta y las futuras mutaciones del coronavirus seguirán siendo una amenaza real. No hay que olvidar que desde la llegada del SARS-CoV-2 a México no hemos tenido un solo día sin muertes y hasta la fecha más de 645 mil personas han perdido la vida a causa del coronavirus en nuestro país.

Me temo que ante las ferias de libros abarrotados, fiestas multitudinarias, festejos electorales y celebraciones decembrinas, junto con el 50% de la población de este país aún sin vacuna, se agudizarán un nuevo e inminente pico pandémico. Con o sin Ómicron la pandemia no ha terminado.

 
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