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México no está preparado contra los virus

Los alcances y efectos del nuevo coronavirus 2019/2020 llamado 2019-nCoV son imprevisibles ya que evoluciona rápidamente, como ocurre con casi todos los virus, pero todo indica que este brote no acabará pronto.

Fue detectado por primera vez el 31 diciembre pasado en la ciudad de Wuhan, China, y hasta el día de ayer afectaba a más de 845 personas, se había extendido a otras cinco ciudades chinas y a países como Tailandia, Japón, Corea del Sur y Estados Unidos. Minuto a minuto estos datos cambiarán en los días sucesivos.

A pesar de que ha cobrado la vida de 26 personas, la Organización Mundial de la Salud (OMS) no ha decretado la emergencia internacional debido al reducido número de casos. Para dimensionar las cifras, vale la pena mencionar que en México mueren entre 50 y 300 personas por influenza cada año.

Aunque todavía no está claro el alcance de dicha transmisibilidad, de acuerdo con los primeros reportes del gobierno chino este nuevo coronavirus puede transmitirse fácilmente de persona a persona por vía aérea; de ahí la preocupación de expertos de todo el mundo, pues hasta ahora se había documentado la transmisión principalmente en entornos intrahospitalarios y, en escasas ocasiones, por vía aérea de persona a persona.

Se le identificó como un nuevo coronavirus humano (HCoV), que son los virus pertenecientes a la familia de los virus causantes del resfriado común, pero causa una enfermedad respiratoria grave –neumonía– y, en el 10% de los casos, la muerte. Pertenece al mismo tipo de virus que causa el Síndrome Respiratorio Agudo Severo o SARS, por sus siglas en inglés, y se detectó por primera vez entre personas que habían visitado un mercado de mariscos con animales vivos.

Antes se consideraba que los coronavirus eran patógenos intrascendentes; de hecho, los HCoV recibían poca atención debido a sus efectos leves en los humanos y se les llama así porque tienen una envoltura parecida a un anillo de estructuras redondeadas, como una corona microscópica. Hasta que en 2002 surgió un coronavirus altamente patógeno: el SARS-CoV, también en China, que infectó a más de 8 mil personas y mató a 765, en 27 países; y en 2012 brotó el coronavirus del Síndrome Respiratorio del Medio Oriente (MERS-CoV), que infectó a 157 personas y mató a 66, en diez países. Sin embargo, el MERS ha continuado su propagación y, de acuerdo con la OMS, hasta noviembre de 2019 había infectado a un total de 2 mil 494 personas y provocado 858 muertes, la mayoría en Arabia Saudita.

Ambos coronavirus se originaron en animales y se transmitieron a los humanos, fenómeno conocido como zoonosis. En 2017, la OMS los colocó en su lista de patógenos prioritarios, con la esperanza de impulsar la investigación y el desarrollo de tratamientos terapéuticos.

Se sabe que los murciélagos son los huéspedes naturales del SARS, pero también se ha identificado a otros intermediarios: los camellos y dromedarios. Los síntomas comunes son fiebre, tos, dificultad para respirar y, ocasionalmente, diarrea acuosa. Su índice de mortalidad ronda el 10%, pero se incrementa en personas adultas, inmunosuprimidas y con enfermedades preexistentes.

Debido a que el receptor humano predominante para la glucoproteína del SARS se encuentra principalmente en el tracto respiratorio inferior (tráquea y pulmones), en lugar de las vías aéreas superiores (nariz, faringe y laringe), la infección suele ser intrahospitalaria. Sin embargo, con este nuevo brote se ha reportado la infección de 15 profesionales de la salud en un hospital de Wuhan, lo que ha despertado la alarma sobre su transmisión aérea, ya que podría conducir a una probable epidemia. Hasta ahora no se sabe su alcance pero, afortunadamente, parece que la tasa de mortalidad de 2019-nCoV es menor que la del SARS y MERS.

Recuerdo de la gripe mexicana

Este suceso preocupa especialmente a los mexicanos ya que nos remite a la pandemia de virus de influenza del virus A H1N1, que se originó en nuestro país en el año 2009 y que mundialmente fue conocida como gripe porcina o gripe mexicana.

Lamentablemente, los gobiernos mexicanos no aprendieron de la experiencia y en la actualidad todavía se carece de la capacidad científica, política, informativa y del sistema de salud para enfrentar una nueva epidemia o pandemia ocasionada por cualquier tipo de patógeno. La razón es muy sencilla: no hay suficientes científicos; no hay laboratorios clase 4 para identificar y manejar los patógenos; no hay suficientes médicos ni enfermeras capacitados; no se producen medicamentos en el país, ni siquiera antivirales; y el sistema de salud es incapaz de atender una emergencia de este tipo, ya que no puede atender las necesidades cotidianas de la población.

Como ocurrió con la pandemia de gripe mexicana del 2009, en caso de que se produzca una epidemia y una eventual pandemia tendremos que esperar que las soluciones lleguen desde fuera. Por su puesto, llegarán a precios de oro, lo que aumentará la dependencia tecnológica, científica y económica del país.

Aunque los políticos y funcionarios mexicanos digan que el país tiene la capacidad para responder ante una eventual emergencia, esto no es así. Lo único que podrá hacer el gobierno mexicano será el implementar las medidas básicas recomendadas por la OMS: vigilar la entrada de ciudadanos extranjeros con posibles síntomas y, en caso de que surjan los primeros brotes en el país, tratar de contener el número de casos. Dependiendo su número, el Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias, el único lugar especializado del país, otra vez será rebasado.

Pero además de inspección de entrada de personas provenientes de Wuhan y de China, ¿qué es lo que hacen los países con verdaderas capacidades científicas y tecnológicas para enfrentar el reto? Aquí algunos ejemplos: en primer lugar, se busca identificar al vector, el animal que contagió a las personas. Hasta ahora solo los mamíferos y las aves pueden transmitir patógenos a los seres humanos y el SARS está estrechamente relacionado con los murciélagos. Pero estos también pueden infectar a otros animales que, a su vez, pueden transmitirnos el virus. Hasta ahora se desconoce el animal que portaba al nuevo coronavirus. Se habla de erizos, pollos, murciélagos e incluso se especula que podrían ser serpientes.

Investigadores chinos del Centro Clínico de Salud Pública de Shanghai y de la Escuela de Salud Pública ya hicieron la secuencia genómica completa del virus 2019-nCoV y han compartido la información en bancos de datos públicos vía internet para que puedan ser analizados y usados por grupos de científicos de todo el mundo en la búsqueda de medicamentos y terapias.

Algunos investigadores chinos, canadienses, japoneses y estadounidenses están realizando los primeros métodos de diagnóstico dirigidos hacia el nuevo coronavirus, lo que permitirá el reconocimiento temprano y el aislamiento de casos de manera oportuna.

Investigadores de varias compañías farmacéuticas están probando los efectos de los antivirales de amplio espectro, como el remdesivir, un inhibidor de la ARN polimerasa, así como el lopinavir/ritonavir y el interferón beta, que han demostrado ser prometedores contra el MERS-CoV en modelos animales.

Durante el brote de SARS en 2002/2003, especialistas del Centro de Investigación de Vacunas del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas de Estados Unidos obtuvieron la secuencia genómica del SARS-CoV, además de que una vacuna de ADN se encuentra en etapa de ensayo clínico de fase 1 contra este virus. Con este mismo enfoque de vacunas de ácido nucleico y ARN, se aprovechará el nuevo desarrollo tecnológico para contrarrestar 2019-nCoV, de manera más rápida.

Asimismo, otros grupos de científicos de varios países desarrollados (Francia, Reino Unido y Suiza) están preparando el desarrollo de vectores virales y vacunas de subunidades (vacunas de nueva generación diseñadas a partir de componentes de virus o bacterias).

En los próximos días, semanas y meses surgirán investigaciones en torno a este nuevo patógeno y probablemente se contendrá la emergencia.

Lamentablemente, dado nuestro subdesarrollo científico y tecnológico, a los mexicanos no nos quedará más remedio que esperar a que las soluciones lleguen del extranjero, tal y como ocurrió en el 2009. A 11 años de distancia, nada ha cambiando en el país.

Esperemos que se logre contener el nuevo virus en aquellos países que cuentan con las capacidades para hacerlo y que no llegue al nuestro, de lo contrario enfrentaremos una nueva crisis sanitaria para la que el gobierno, los científicos (hay menos de 30 expertos en virus y ninguno en coronavirus), los médicos y los medios de comunicación no estamos preparados.

En el peor de los casos –ojalá no ocurra–, volveremos a escuchar el “sálvese quien pueda” del gobierno calderonista y se corre el riesgo de repetir el desastre alarmista del 2009 en este 2020.

Columna publicada en MVS Noticias (mvsnoticias.com)

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