Desde hace meses la Organización Mundial de la Salud (OMS) se había mostrado reacia a recomendar la dosis de refuerzo de las vacunas anticovid y el suministro de este inmunológico a niñas y niños de entre 5 y 11 años de edad. Pero su oposición no se basó en evidencias científicas, sino en aspectos socioeconómicos y políticos mundiales, como el desabasto de las vacunas en las naciones pobres y el acaparamiento de las naciones ricas.
Como si su cometido fuera el combate y la resolución de las desigualdades en el planeta, la OMS decidió dejar de lado los resultados de decenas de investigaciones científicas que demostraron desde hace meses la necesidad de la dosis de refuerzo generalizado y el suministro de vacunas entre niñas y niños.
Una de ellas, publicada recientemente (el 6 de enero de 2022) en la revista The New England Journal of Medicine, demostró que dos dosis de 10 microgramos de la vacuna BNT162b2 de Pfizer-BioNTech, administradas con 21 días de diferencia, resultaron seguras, inmunogénicas y eficaces en niños de 5 a 11 años de edad.
Esta dosis representa una tercera parte de la aplicada a los adultos, (dos dosis de 30 microgramos), y la gran ventaja es que las 2 mil 268 niñas y niños que participaron en el estudio no tuvieron reacciones secundarias graves relacionadas con la vacuna.
Si bien siempre se ha pronunciado por aplicar la vacuna a “todas” las personas para combatir la pandemia del coronavirus, había mostrado oposición abierta a las dosis de refuerzo. Afortunadamente, la ciencia se impuso y a la OMS no le ha quedado otra opción que sugerir tanto la vacunación entre niñas y niños como la dosis de refuerzo.
El pasado 21 de enero, el Grupo de Expertos en Asesoramiento Estratégico (SAGE) asesor de la OMS, recomendó expandir el uso de una dosis reducida de la vacuna Pfizer-BioNTech a niños de entre 5 y 11 años. En ningún momento señaló en qué orden deben aplicarse las vacunas entre la población.
También aconsejó dosis de refuerzo para los trabajadores de la salud de primera línea, a los adultos mayores y aquellas personas de grupos de alto riesgo que fueron vacunadas contra la COVID-19 hace más cuatro meses.
De acuerdo con Our World in Data, de la Universidad de Oxford, cerca del 60% de la población mundial ha recibido al menos una dosis de una vacuna contra la COVID-19, pero solo el 10% de las personas en países pobres ha recibido al menos una dosis.
Si bien siempre se ha pronunciado por aplicar la vacuna a “todas” las personas para combatir la pandemia del coronavirus, había mostrado oposición abierta a las dosis de refuerzo. Afortunadamente, la ciencia se impuso y a la OMS no le ha quedado otra opción que sugerir tanto la vacunación entre niñas y niños como la dosis de refuerzo.
Sin embargo, al intentar infructuosamente convertirse en paladín de la justicia social y económica mundiales la OMS puso en riesgo la vida de miles o millones de personas, ya que su desacuerdo, sin sustento científico, fue utilizado por gobiernos irresponsables de algunos países, como México, para negarse a suministrar dosis de refuerzo, y como pretexto para no vacunar a niñas y niños.
Infinidad de veces, cuando conviene política y económicamente, el subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, Hugo López-Gatell, utiliza como pretexto supuestas disposiciones de la OMS, pero ha hecho caso omiso de las recomendaciones de establecer el uso obligatorio de cubrebocas y el empleo de pruebas para medir la incidencia de contagios. Incluso, contrario a los resultados científicos y a las recomendaciones de la Organización, el gobierno mexicano excluyó de la vacunación a los adolescentes de entre 12 y 14 años.
En la mayoría de los países preocupados por la salud de sus pueblos y que cuentan con los recursos económicos, han ignorado los pronunciamientos de la OMS y se han apegado a la ciencia: han aplicado dosis refuerzo de las vacunas anticovid y están vacunando a niñas y niños de entre 5 y 11 años. Incluso, algunos de ellos, como Chile, ya van en la cuarta dosis de vacuna y otros, como Israel, están vacunando a menores de entre 6 meses y 5 años, tal como lo aconsejan algunas investigaciones.
La vacuna de Pfizer-BioNTech ya ha sido autorizada para niñas y niños en varios países incluidos los de la Unión Europea, Estados Unidos, Canadá, Japón e Israel. Diversos estudios han demostrado que si bien los niños no suelen desarrollar cuadros graves de la enfermedad son susceptibles de infectarse, así como transmitir y dispersar el coronavirus. Desde hace meses, los Centros de Control y Prevención de Enfermedades y la Administración de Medicamentos y Alimentos de Estados Unidos aprobaron la vacunación para niñas y niños menores de 12 años y en algunos casos a bebés mayores de 6 meses.
Por su parte, la dosis de refuerzo se ha recomendado por diversos estudios científicos que han demostrado que todas las vacunas utilizadas hasta ahora disminuyen su protección después de cinco meses y a esto se suma la irrupción de la variante ómicron del SARS-CoV-2, que ha demostrado eludir una buena parte de la protección que confieren tanto las vacunas como la infección previa.
Antes de que surgiera ómicron, en agosto pasado, la OMS reincidió en su intento por detener las dosis de refuerzo que ya se estaban aplicando en casi todo el mundo.
La semana pasada, sin embargo, el organismo multilateral señaló que la vacunación de niñas y niños y adolescentes disminuye la transmisión de COVID-19 a los adultos mayores y puede ayudar a reducir la necesidad de medidas de mitigación en las escuelas.
Las excusas del gobierno mexicano para negarse a vacunar a niñas, niños de entre 5 y 11 años y adolescentes de entre 12 y 14 años continuarán esgrimiéndose sin sustento científico.
Como ha ocurrido muchas veces, Hugo López-Gatell usará, según su conveniencia política, las recomendaciones de la OMS. El aval a la vacunación infantil sufrirá los malabares de la insensibilidad gubernamental que dejará en último lugar la salud de millones de mexicanas y mexicanos.
