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sábado, mayo 11, 2024
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El coronavirus y la dependencia científica

Ayer, el jefe de la Oficina de la Presidencia, Alfonso Romo Garza, hombre de negocios y cuyo cargo tiene un nombre nada austero –denominado Jefe de Gabinete para el Fomento, Inversiones y Crecimiento Económico de la Presidencia de la República–, señaló que el gobierno mexicano no aumentará la inversión en ciencia y tecnología por asuntos de austeridad. Y como lo dijo este mes de febrero y no en septiembre –que es cuando se empiezan a discutir los presupuestos–, se refirió a la inversión (que denominó “gasto”) en lo que resta de la actual administración.

Es decir, que de aquí a los siguientes cuatro años, los científicos tendrán que continuar trabajando en completa estrechez financiera, en la “austeridad republicana” o “pobreza franciscana”, como lo han hecho desde hace 50 años. Nada ha cambiado y nada cambiará para la ciencia mexicana con la autodenominada cuarta transformación (4T). En este aspecto, a menos que se tengan otras matemáticas, este gobierno y los anteriores sí son iguales.

Lo curioso es que la declaración proviene de alguien que ha sido dueño de empresas que participan y han participado en ciertos sectores tecnológicos (principalmente agroindustriales). Su declaración se basa en lo que realmente piensa y conoce como “empresario”.

Romo ha sido un hombre de negocios que nació, creció y se desarrolló en la economía mexicana denominada “economía de compadres”, como la han calificado vergonzosamente organismos económicos multilaterales (como la OCDE y el Foro Económico Mundial) y varios premios Nobel de Economía como Joseph Stiglitz y Paul Krugman, entre muchos otros.

Representa ese capitalismo mexicano subdesarrollado, con baja productividad y nulo crecimiento; en el que los hombres ricos no crean, no inventan y no desarrollan; que dirigen compañías que sobreviven de los jugosos contratos que les prodigan los gobiernos “amigos” y la exención de impuestos de sus “compadres”.

No uso el término “empresario” con la acepción de aquel emprendedor que crea, lanza y desarrolla un negocio a partir de una innovación. De esos prácticamente no hay en México, los de aquí solo son vendedores, negociantes, mercaderes, agiotistas y especuladores.

Ninguno de los “grandes empresarios” mexicanos ha inventado nada. La quinceava economía del planeta carece de emprendedores tipo Bill Gates, Steve Jobs, Elon Musk, Jeff Bezos…

En el “capitalismo de compadres” mexicano los hombres y las (pocas) mujeres de negocios no invierten en investigación y desarrollo tecnológico; ellos y ellas prefieren apostarle a lo seguro: commoditties (productos básicos), materias primas y el mercado protegido.

De ahí que no resulte extraño que el “estratega” económico de la 4T anuncie que la ciencia y la tecnología mexicanas no tendrán mayor presupuesto porque son un “gasto” que, obviamente, considera superfluo. Porque, como dijo durante el Foro de Fondos de Inversión 2020 –organizado por la Asociación Mexicana de Instituciones Bursátiles en el Museo Interactivo de Economía–, prefiere “comprar tecnologías probadas que desarrollar nuevas”.

Ante sus pares del sector privado Romo expuso la Visión gubernamental sobre el papel del sector privado en la economía, donde dijo que ese sector mexicano no invierte mucho en tecnología nueva, “porque no somos un país tan rico ni tan poderoso”.

Esa forma de pensar no representa el cambio, no transforma, no arriesga y no crea aún en condiciones adversas. Es la típica y muy común cultura tercermundista, la del status quo, la del fracaso. Pero es también un pensamiento que no interpreta adecuadamente la realidad. Una mentalidad condenada a desaparecer.

Los países poderosos y ricos son aquellos que han invertido en ciencia y tecnología, no al revés. En los años 50 del siglo pasado Albert Einstein decía que “el futuro será dominado por los imperios de la mente”. Ese futuro es ahora. Donde algunos países dominan el planeta con sus productos e inventos, pero otros, como México, viven en total dependencia tecnológica y científica.

En nuestro presente el gobierno y las compañías de la “economía de compadre” son incapaces de competir y brindar bienestar a los mexicanos.

Las ideas de Romo coinciden con las de todos los responsables de las políticas económicas del país de los últimos 40 años. Es la mentalidad de la dependencia, de aquel que prefiere comprar en lugar de crear.

En pocas semanas, los 127 millones de mexicanos seremos testigos de un claro ejemplo de la dependencia tecnológica y científica del país, quizá trágico. Cuando la COVID-19 llegue a México tendremos que comprar los kits de diagnóstico del nuevo coronavirus, medicamentos y vacunas. Y los compraremos a un alto precio.

Ese es el verdadero costo de la dependencia al que nos han sentenciado los gobiernos anteriores y a la que nos seguirá condenando la 4T.

En materia de ciencia y tecnología el priísmo, el panismo y el morenismo son exactamente iguales.

Los gobiernos de Europa, Estados Unidos y China y cuando menos 12 compañías trabajan a marchas forzadas para obtener pruebas de diagnóstico, medicamentos y vacunas contra el nuevo coronavirus. Eventualmente lograrán desarrollarlas y nosotros los tendremos que comprar porque los “Romos” de los anteriores gobiernos y el actual decidieron no “gastar” en ciencia y tecnología.

El ideólogo económico de la 4T expresó lo que siempre han pensado y piensan los hombres de negocios y los gobernantes en México. Creen que la ciencia es un gasto y no una inversión. Ignoran el papel clave de la ciencia y la tecnología para enfrentar no solo los problemas en el campo de la salud, incluidas las enfermedades emergentes como la que se avecina, sino que son la mejor herramienta para contender contra los problemas que enfrenta el país en todos los campos, incluida la inseguridad.

En su mayoría, nuestros gobernantes y empresarios son analfabetos científicos que compran, consumen y usan las tecnologías desarrolladas por otros, pero ignoran cómo se hace y cuál es su impacto en la economía, en la sociedad y la cultura. Por su culpa no se invirtió en ciencia y la tecnología en el campo de la salud durante años y por ello nuestro país no cuenta ni con la infraestructura sanitaria, ni con el personal médico capacitado para enfrentar la llegada de la COVID-19.

Algunos científicos consideran que la declinación del ciclo natural del virus ayudará a enfrentar el problema y muy probablemente se convertirá en una enfermedad endémica, pero eso podría tomar años. Quizá, cuando COVID-19 llegue a México, probablemente se cuente con esos logros de los médicos y científicos chinos y de otros países que enfrentan la pandemia (eso espero).

Sin embargo, es muy probable que muchos mexicanos pierdan la vida, pero no solo porque sufrirán el embate de un nuevo patógeno, sino también porque enfrentarán los estragos de un virus más peligroso y más letal que ha infectado las mentes de quienes gobiernan y toman decisiones en México, que ocasiona la “enfermedad” del analfabetismo científico y de la dependencia tecnológica… De la que, todo indica, no nos podremos librar en mucho tiempo.

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