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sábado, mayo 11, 2024
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Descubren 478 complejos olmecas en Tabasco y Veracruz

Un equipo internacional de investigadores estadounidenses y mexicanos encabezados por Takeshi Inomata, de la Universidad de Arizona, descubrió 478 centros ceremoniales olmecas en los estados de Tabasco y Veracruz; la mayoría de ellos datan de hace tres mil años –de 1100 a 400 años Antes de Nuestra Era (a.n.e.)–, varios siglos antes del apogeo de la civilización maya en el periodo Clásico (250-950 d.n.e.).

Estos hallazgos muestran la arquitectura monumental de las civilizaciones mesoamericanas, cuyas ciudades fueron diseñadas en relación a patrones cosmológicos construidos a lo largo de dos mil años, que se basan en grandes plazas rectangulares o cuadradas rodeadas de otras estructuras.

“Encontramos casi 500 construcciones de este tipo específico del Periodo Formativo con forma rectangular”, comenta Takeshi Inomata. “Además, descubrimos miles de otros sitios diferentes de este periodo, pero estos hallazgos serán motivo de análisis más detallados que haremos en el futuro y que serán revelados en otro artículo”.

Los resultados publicados esta semana en la revista Nature Human Behaviour, demuestran el gran intercambio cultural, político y ceremonial que existió entre las culturas olmeca y maya, y ayuda a entender la complejidad de estas civilizaciones, ya que la construcción de sus ciudades fue el resultado de proyectos coordinados que enmarcaron la actividad socioeconómica y cultural.

Los investigadores consideran que estos centros ceremoniales fueron probablemente las primeras expresiones materiales de los conceptos básicos de los calendarios mesoamericanos en complejos arquitectónicos que compartían patrones estandarizados de “plazas” rectangulares que medían hasta 1.4 km de longitud, y los ejes este-oeste de algunos de ellos estaban orientados hacia la dirección del Sol en fechas específicas, y delimitadas por líneas de montículos bajos.

“Los planos de las ciudades que simbolizan cosmologías que han sido reconocidos desde hace tiempo como un elemento definitorio de las civilizaciones mesoamericanas”, señalan en el artículo los investigadores, entre los que hay varios mexicanos. “Los orígenes de las configuraciones espaciales formales son, por tanto, la clave para entender las primeras civilizaciones de la región”.

Las casi 500 estructuras olmecas se descubrieron gracias a los mapas tridimensionales obtenidas con luz láser o LiDAR en una región de casi 85 mil kilómetros cuadrados, principalmente de los estados de Veracruz y Tabasco. Imagen: cortesía de Takeshi Inomata/Nature.

Intercambio olmeca-maya

Además, estos nuevos descubrimientos arrojan luz a una larga discusión de la arqueología y la antropología mundial y nacional: la influencia de la cultura olmeca sobre la maya. Si bien se conoce desde hace tiempo el legado de los olmecas en el resto de Mesoamérica, un grupo de especialistas sostiene que hubo un gran peso, mientras que otro considera que hubo sutiles influencias y que ambas civilizaciones se desarrollaron de manera independiente.

“Entre ambas culturas existió un vínculo muy poderoso, pero no fue unidireccional”, afirma Inomata. “No había simplemente influencia, sino intercambio de ideas, conceptos y cosmovisiones”.

Esto se plasmó en la manera de construir sus ciudades y centros ceremoniales. El equipo de Inomata descubrió que en el conocido sitio arqueológico de San Lorenzo contruido al sur de Veracruz hace más de 3 mil años, en realidad hay una gran plaza rectangular bajo tierra y en sus alrededores hay 20 estructuras distribuidas a las orillas y alrededor.

Esa conformación de plazas rectangulares o cuadradas que no son altas, pero muy extensas, con 20 estructuras a su alrededor, se repiten en otras zonas como La Venta (donde sí hay pirámides) o Aguada Fénix, la zona arqueológica maya más grande y antigua encontrada hasta ahora, también por el grupo de Inomata con el uso de LiDAR. Se trata de una clara influencia arquitectónica de las ciudades olmecas que se extendió a lo largo de buena parte de la región maya.

Otra muestra del gran intercambio entre ambas culturas es la construcción de sus plazas orientadas hacia la “salida del Sol” en el horizonte: un sitio se orienta hacia el amanecer en una fecha y otros a los 20, 40 y 60 días. Esto, para el antropólogo estadounidense de ascendencia japonesa, es el uso del concepto del calendario olmeca basado en el número 20, que se continúa en los calendarios mesoamericanos en periodos posteriores y que rige la arquitectura de la construcción de los centros poblacionales olmecas y mayas.

“Es la representación en un formato monumental del número 20, que son las estructuras alargadas que se observan al límite este y oeste en los conjuntos de tipo Usumacinta Formativo Medio”, señala Melina García, del Programa de Posgrado en Estudios Mesoamericanos, de la UNAM, e integrante del equipo. “Este número es una de las primeras representaciones que se asocia al calendario mesoamericano de 260 días que se dividía en veintenas”.

Basándose en sus resultados, los autores sugieren que había cinco tipos distintos de arquitectura y disposición de sitios, que pueden corresponder a diferentes períodos.

“La propuesta de que la Gran Meseta de San Lorenzo inspiró la posterior construcción de plazas rectangulares a lo largo de Mesoamérica no es nueva, ya que algunos investigadores como John E. Clark, ya lo habían planteado años atrás”, afirma García. “Sin embargo, ahora se cuenta con una nueva evidencia que parece darle la razón a esta propuesta”.

En Ceibal, Guatemala, otra zona arqueológica maya donde ha trabajado Inomata, ha encontrado una distribución arquitectónica similar a San Lorenzo y a La Venta aunque en estos sitios mayas sí hay pirámides y grandes edificios, pero que confirman la influencia e intercambio de ideas y conocimientos entre ambas civilizaciones.

“Entre las culturas olmeca y maya existió un vínculo muy poderoso, pero no fue unidireccional. No había simplemente influencia, sino intercambio de ideas, conceptos y cosmovisiones”.

Takeshi Inomata

Revolución de la arqueología

Con el mapeo láser aerotransportado o LiDAR (acrónimo en inglés de Detección y Localización de Imágenes Láser) se pueden obtener mapas en 3D con los que se pueden determinar las formas tridimensionales de los sitios arqueológicos ocultos por la vegetación y la tierra del suelo, incluso en zonas de densa selva.

Está revolucionando la investigación arqueológica, ya que se pueden observar los sitios cubiertos por la vegetación y selva ¡Es increíble! Además se puede cubrir una gran área muy rápidamente y se pueden hacer mapas muy exactos”, dice Inomata.

El antropólogo que ha estudiado la cultura maya desde hace décadas comenta que a pie se pueden mapear terrenos de un kilómetro cuadrado y en el mismo tiempo con LiDAR se pueden hacer mapas de más de 100 km2, en este caso los científicos cubrieron una área de 85 mil km2 “algo inimaginable hace unos años”, expresó Inomata.

Esta tecnología es similar a la del radar, salvo que en lugar de las ondas de radio para medir la distancia de los objetos utiliza pulsos de luz láser. Montado en un vehículo aéreo el láser ilumina las áreas objetivo y se va midiendo la reflectancia para crear puntos tridimensionales que representan la superficie del suelo y las estructuras de piedra construidas debajo de él.

LiDAR se desarrolló para uso militar a inicios de los años 60, pero la NASA la aplicó en sus programas espaciales para los análisis meteorológicos y también en las misiones Apollo para cartografiar la superficie de la Luna y, más tarde, para estudiar la superficie de otros planetas.

Actualmente se usa en muchos campos de la investigación científica y el desarrollo tecnológico como la geología, sismología, física de la atmósfera, en los vehículos autónomos, y está revolucionando la arqueología debido a la velocidad y la precisión con la que se puede cartografiar grandes superficies de suelo y su capacidad para observar por debajo de la vegetación y el terreno.

No es una tecnología nueva, pero requiere una enorme cantidad de procesamiento informático, ya que hay que analizar las mediciones para recrear un “modelo de tierra desnuda” de la superficie del suelo.

Inomata y sus colaboradores utilizaron tres instrumentos LiDAR aerotransportados: el del Instituto Nacional de Geografía e Informática (INEGI), que no es tan preciso (de hasta 5 metros), pero con el que se cubrió la mayor cantidad del terreno y se complementó con otros más precisos en zonas específicas como el del Centro Nacional de Cartografía Láser Aerotransportada (NCALM), de la Universidad de Houston, y el Goddard’s LiDAR, Hyperspectral & Thermal Imager (G-LiTH), de la NASA, que tienen una precisión de hasta 50 centímetros. Con estos dos últimos que son más precisos, pero de alto costo, los investigadores analizaron mil kilómetros de terreno en puntos muy específicos.

Una gran parte del área de estudio ha sido deforestada (tanto en Tabasco como en Veracruz) y en estas condiciones el LiDAR del INEGI, combinado con el NCALM y G-LiTH, permitió descubrir numerosos complejos. Muchos de estos sitios eran desconocidos a pesar de que son muy extensos horizontalmente. Al no contar con edificios altos, incluso caminando sobre el terreno, son difíciles de detectar.

Si bien los datos del LiDAR del INEGI son públicos y se pueden obtener desde su página web no se hicieron para su uso en la arqueología, sino para temas geográficos o prevención de desastres, por lo que el equipo de investigadores usó dicha información, la procesó y analizó a través de diversos algoritmos informáticos, y los comparó y complementó con las mediciones de mayor resolución para poder desarrollar los mapas tridimensionales de los sitios.

“Los datos que se han presentado en el artículo han permitido reconocer una gran cantidad de sitios en poco tiempo; aunque algunos ya habían sido registrados en proyectos anteriores, varios de los rasgos arquitectónicos no se habían podido apreciar con tanta claridad”, comentó Melina García.

Para la investigadora, LiDAR facilita el manejo de datos desde una computadora, pero aún así se requiere trabajo arqueológico tradicional para poder verificar lo que se está observando y para recuperar los vestigios que ayuden a interpretar las características de los grupos poblacionales que se asentaron en esos espacios.

Con LiDAR se observaron los sitios rápidamente y de forma exacta, algo que hubiera tardado décadas si se hubieran utilizado solo las excavaciones tradicionales. Por supuesto, muchos de estos hallazgos se deben combinar con técnicas tradicionales, pero con el desarrollo de la teledetección en 3D con láser, se pueden llevar a cabo análisis espaciales a escala regional que, incluso sin investigaciones exhaustivas sobre el terreno, tiene efectos transformadores en las prácticas y los conocimientos arqueológicos.

“aún con el uso de LIDAR se requiere trabajo arqueológico tradicional para poder verificar lo que se está observando y para recuperar los vestigios que ayuden a interpretar las características de los grupos poblacionales que se asentaron en esos espacios”.

Melina García

Proyectos previos

Estos resultados forman parte de una larga lista de hallazgos espectaculares realizados por Inomata y sus colaboradores en los últimos años utilizando LiDAR, entre ellos, el descubrimiento de la zona arqueológica maya Aguada Fénix, formada por una plataforma elevada que mide mil 413 metros de norte a sur y 399 metros de este a oeste y 15 metros de altura, en cuyo centro hay una pirámide que proporciona un sitio para realizar observaciones astronómicas o para mirar el amanecer en el horizonte en los solsticios de verano e invierno.

En esta investigación, publicada en 2020 en la revista Nature, se informó que esta construcción realizada entre 1,000 y 800 años a.n.e. la convierte en la estructura monumental más antigua de la civilización maya.

El mapa 3D obtenido con LiDAR revela una plataforma elevada con una área circundante con 9 calzadas que se extienden desde la plataforma. Esta enorme estructura estaba debajo de la tierra de sembradíos, que habían pasado desapercibidos para los arqueólogos y los antropólogos.

Asimismo, esta construcción revela alteraciones del paisaje a gran escala que ayudan a comprender cómo se desarrollaron las sociedades mayas y el surgimiento de las cortes reales.

Anteriormente, los arqueólogos pensaban que la civilización maya se desarrolló gradualmente con pequeñas aldeas que surgieron durante el periodo Preclásico Medio (1,000-350 a.n.e). Sin embargo, este hallazgo junto con el reciente descubrimiento de los primeros centros ceremoniales, como una meseta artificial en Ceibal que data del 950 a.n.e., se desafía este modelo.

A diferencia de otros sitios arqueológicos Aguada Fénix no tiene indicadores claros de marcada desigualdad social, como esculturas de individuos de alto estatus, por lo que sugieren que este complejo ceremonial muestra la importancia del trabajo comunitario en el desarrollo inicial de la civilización maya. Sin embargo, esta zona arqueológicos podría dañarse significativamente en caso de que se amplíen las vías del Tren Maya en esta zona.

Otro de las contribuciones de Inomata se encuentra el análisis de 470 kilómetros en la zona maya de Ceibal, Guatemala, mediante el cual pudo rastrear los cambios sociales a través del tiempo en esa región. Reveló el paso de una vida seminómada a modos de vida sedentarios, mil años antes de nuestra era.

Los investigadores observaron que desde el Preclásico Tardío Medio hasta el Clásico Temprano Inicial (300 a.n.e.–300 d.n.e.) se construyeron más conjuntos ceremoniales fuera del centro de Ceibal, posiblemente simbolizando el reclamo de los grupos locales sobre las tierras agrícolas circundantes. También se construyó un número importante de complejos piramidales, que se concentración en el centro de Ceibal, lo que reflejó la creciente centralización política.

Equipo científico

El equipo de investigadores de este proyecto encabezado por Takeshi Inomata está integrado por Juan Carlos Fernandez-Díaz, del National Center for Airborne Laser Mapping (NCALM), de la Universidad de Houston; Daniela Triadan, de la Escuela de Antropología de la Universidad de Arizona; Miguel García Mollinedo y Atasta Flores, del programa de Posgrado en Antropología, de la UNAM; Flory Pinzón, del Proyecto Arqueológico del Usumacinta Medio; Melina García Hernández, del Programa de Posgrado en Estudios Mesoamericanos, de la UNAM; Ashley Sharpe, del Instituto de Investigación Tropical Smithsoniano; Timothy Beach, del Departamento de Geografía y Ambiente, de la Universidad de Texas; Gregory W. L. Hodgins, del Laboratorio del Acelerador de Espectrometría de Masas, de la Universidad de Arizona; Luis Guerrero Chávez, Juan Javier Durón Díaz y Antonio Guerra Luna, de la Dirección General de Geografía y Medio Ambiente, del INEGI; María de Lourdes Hernández Jiménez, del Centro INAH Veracruz; Manuel Moreno Díaz, de la Licenciatura en Patrimonio Histórico, Cultural y Natural, de la Universidad para el Bienestar “Benito Juárez García”, Veracruz.

Más de 60 mil asentamientos mayas

Otras investigaciones con LiDAR realizados por otros grupos de científicos también han arrojado sorprendentes resultados, por ejemplo, el descubrimiento de 61 mil estructuras de poblaciones antiguas en 12 áreas diferentes cubiertas por la selva tropical de Petén, al norte de Guatemala, muy cerca de la frontera con México.

Los científicos encabezados por Marcello Canuto, de la Universidad Tulane, Nueva Orleans, realizaron el mapa láser de más de 2 mil kilómetros cuadrados de selva mediante el cual pudieron identificar casas, palacios, calzadas y poblados enteros cubiertos por la maleza.

Publicados en 2018 en la revista Science los resultados arrojaron información sobre las características de poblaciones enteras, sobre el urbanismo, las zonas rurales, y las formas de organización sociopolítica de esta antigua civilización. Mucha información sigue oculta en el espeso e inaccesible follaje selvático.

Se estima que en ese territorio habitaron más de 11 millones de personas durante el período Clásico Tardío (650-800 d.n.e.); que la distribución de la población no era homogénea; que existían zonas rurales, urbanas y periurbanas; y había zonas con pequeños centros urbanos y dispersos.

Observaron un paisaje fuertemente modificado para la agricultura intensiva, necesaria para sostener una población de ese tamaño y se registraron sistemas de campo en humedales bajos y terrazas en las zonas altas; también se percataron de los sistemas de comunicación entre poblaciones y los sistemas de defensa.

El mapeo láser obliga a replantear aspectos de la sociedad de esta antigua cultura mesoamericana que no se habían contemplado y que no se había observado antes, o sobre aspectos de los cuales se tenía poca información, porque aún se encuentran escondidas debajo del dosel de la selva.

 
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