La COVID-19 está generando una pandemia oculta y minimizada de orfandad que afecta a un millón 562 mil menores en 21 países, señala el primer estudio global de este tipo llevado a cabo por un equipo de científicos de Dinamarca, Estados Unidos, Reino Unido, Sudáfrica y la Organización Mundial de la Salud.
Thank you for reading this post, don't forget to subscribe!La investigación publicada en la revista The Lancet señala que México es el país que tiene el mayor número de niñas, niños y adolescentes que han perdido a su padre, madre, o ambos, así como abuelos tutores a causa del coronavirus, con 141 mil 132 huérfanos.
Las cifras obtenidas por el equipo de 16 científicos encabezados por Susan Hillis, del Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades de EE. UU., ofrecen un compendio mínimo pero exhaustivo que analizó el número de muertes en exceso por COVID-19 ocurridas entre el 1 de marzo de 2020 y el 30 de abril de 2021, así como los datos de natalidad y mortalidad de 21 países, que representan el 77% de todas las muertes ocurridas en el planeta por la pandemia.
Hasta hoy el coronavirus ha cobrado la vida de 4 millones 164 mil personas en todo el mundo y la mayoría de los fallecimientos ocurre entre personas adultas, sin embargo, una consecuencia trágica de este hecho es que un gran número de niñas y niños han perdido, y pueden perder, a sus padres y cuidadores.
La orfandad, definida por UNICEF como la muerte de uno o ambos progenitores y la muerte de los cuidadores, puede tener graves consecuencias como riesgo de sufrir problemas de salud mental, violencia física, violencia emocional y sexual, y pobreza familiar.
Los investigadores consideraron para el estudio a los padres y a los abuelos tutores como cuidadores primarios, y a los abuelos o parientes mayores que viven con ellos como cuidadores secundarios.
La COVID-19 puede causar la muerte en pocos días o algunas semanas, por lo que las familias tienen poco tiempo para preparar a los niños ante el trauma que experimentan cuando muere un padre o un cuidador, aún cuando sobrevive uno de los progenitores.
En muchos casos, las niñas y niños tienen efectos psicosociales que pueden provocar retrasos en su desarrollo y, con frecuencia, tienen que enfrentar adversidades como pobreza y abusos.
Contar con cifras de niñas, niños y adolescentes en duelo es crucial para identificarlos y apoyarlos correctamente. Por ejemplo, en África ya existían altas tasas de orfandad asociadas a la epidemia de VIH/SIDA, por lo que es muy probable que algunos menores que perdieron a uno de sus padres a causa de la COVID-19 ya habían perdido a otro padre o cuidador, lo que agrava el duelo, aumenta las adversidades secundarias y acentúa la necesidad de apoyos más intensivos o adicionales.
Por un lado, se deben mitigar las adversidades con soportes sistémicos y comunitarios, como el apoyo económico, la crianza positiva y educación. “Dado que los niños en situación de duelo representan un subgrupo de la población objetivo de estas intervenciones y podrían tener un riesgo elevado de sufrir dificultades psicosociales continuas, podría ser necesaria una intervención más personalizada centrada en el duelo”, señala el estudio.
Asimismo, subraya la necesidad de establecer intervenciones relativamente breves y basadas en evidencia como el programa Resilient Parenting for Bereaved Families (Crianza resiliente para familias en duelo), que pueden tener resultados duraderos para los cuidadores supervivientes y también ayudan a moderar el riesgo de reacciones de duelo infantil desadaptativas y las subsiguientes secuelas de comportamiento, efectos mentales y de salud física.
La orfandad, definida por UNICEF como la muerte de uno o ambos progenitores y la muerte de los cuidadores, puede tener graves consecuencias como riesgo de sufrir problemas de salud mental, violencia física, violencia emocional y sexual, y pobreza familiar.
Ominoso primer lugar
México ocupa el primer lugar en el mundo por huérfanos a causa de la COVID-19, un lugar ominoso acorde a la alta tasa de prevalencia del coronavirus y a la libre circulación de todas las variantes del patógeno, también refleja la alta incidencia de contagios como de muertes que predomina en el país.
De acuerdo con las estadísticas del gobierno de México, (https://coronavirus.gob.mx/exceso-de-mortalidad-en-mexico/), el subregistro de la Secretaría de Salud es de más del 50%, pues solo incluye 238 mil 424 fallecimientos (hasta el 26 de julio de 2021); sin embargo, las cifras del gobierno admitían, hasta el 5 de julio, un exceso de mortalidad de 498 mil 164 fallecimientos, de los cuales 353 mil 858 han sido certificados por la Base de Datos Nacional del Registro Civil del Registro Nacional de Población como muertes por COVID-19.
La alta letalidad del coronavirus en México ha dejado una estela de orfandad en el país cuyos efectos repercutirán en el futuro. Estamos muy por delante de países con una población 11 veces mayor, como es el caso de India, o de países con más víctimas mortales como Estados Unidos y Brasil (ver tabla 1).
Los 21 países analizados en el estudio son Alemania, Argentina, Brasil, Colombia, España, Estados Unidos, Francia, Filipinas, India, Irán, Italia, Kenia, Malawi, México, Nigeria, Perú, Polonia, Reino Unido, Rusia, Sudáfrica y Zimbabue.
Del millón 562 mil huérfanos, un millón 42 mil sufrieron la muerte de uno de sus padres (la pérdida del padre fue hasta cinco veces superior a la de la madre), mientras que otros 92 mil niños perdieron a un abuelo tutor, y 428 mil perdieron a un abuelo o pariente no tutor, pero que vivía con ellos.
De acuerdo con la investigación, cuando se consideran muerte de cuidadores secundarios ya sean los abuelos o parientes mayores que viven con ellos las cifras se incrementan aún más y en ellas México sigue ocupando el primer lugar.
Los cuidadores secundarios pueden ser los abuelos, pero también tíos o primos que viven con ellos. Aunque no dependan económicamente de ellos forman parte fundamental de los núcleos familiares en los que conviven miembros de diferentes generaciones.
En África y América Latina es común que los abuelos se conviertan en tutores de los nietos cuyos padres emigraron por pobreza, murieron de sida o violencia ocasionada por grupos criminales. De ahí la importancia de contabilizar a los fallecidos que no son progenitores, pero que son cuidadores secundarios y tutores.
El impacto psicosocial del fallecimiento de estos cuidadores también tiene un efecto emocional y psicológico profundo en los niños y adolescentes. Por lo regular estos cuidadores tienen edades en las que la vacunación debería ser prioritaria por ejemplo la abuela que vive con sus nietos que representa una pérdida importante. Con frecuencia los abuelos que viven con sus nietos se asocian con un aumento de la fuerza laboral familiar, asistencia escolar, logros educativos y habilidades de comunicación entre los infantes.
Las tasas más altas de niños que pierden a sus cuidadores primarios o secundarios fueron de Perú (14.1 por cada mil niños), Sudáfrica (6.4) y México (5.1). El mayor número de huérfanos paternos se asociaron a las muertes de varones de entre 45 y 64 años, y el mayor número de huérfanos maternos con muertes de mujeres de 15 a 44 años.
Consecuencias de la orfandad
Los niños huérfanos de padre son más propensos a sufrir violencia sexual, lo que puede estar relacionado con la vulnerabilidad económica del hogar. El 23% de los niños son criados por un solo progenitor, cuya muerte puede tener consecuencias extremas para el incremento de la orfandad asociada a la COVID-19 que se produce en un contexto de más de 140 millones de huérfanos en todo el planeta que necesitan atención sanitaria y social.
Los niños que sufren la muerte de sus padres o cuidadores asociada a la COVID-19 corren mayor riesgo de separación familiar y la institucionalización (que los recluyen en orfanatos). Sin embargo, la mayoría de los niños en duelo no carecen de adultos que los cuiden. Algunos permanecen con sus padres solteros; otros pueden recibir cuidados de parientes, de acogida o adoptivos.
Mientras las muertes de adultos crecen exponencialmente por la COVID-19, los científicos estiman que el número de huérfanos se incrementará, por ejemplo, en la India se calcula un crecimiento de 5 a 8 millones de huérfanos. Las variantes preocupantes, que muestran mayor transmisibilidad, evasión inmunológica o gravedad, incluso entre las poblaciones más jóvenes, podrían acelerar aún más la muerte de padres y cuidadores.
La alta letalidad del coronavirus en México ha dejado una estela de orfandad en el país cuyos efectos repercutirán en el futuro. Estamos muy por delante de países con una población 11 veces mayor, como es el caso de India, o de países con más víctimas mortales como Estados Unidos y Brasil
Otros estudios y estimaciones
En un estudio previo publicado en la revista JAMA Pediatrics de la Asociación Médica Americana se analizó a los huérfanos en Estados Unidos dejados por la COVID-19, donde señalan que cada muerte por COVID-19 deja 0.078 niños de 0 a 17 años en situación de duelo. Esto representa un aumento del 17.5% al 20.2% comparado con el duelo de los padres sin COVID-19.
El estudio llevado a cabo por Rachel Kidman, de la Universidad Stony Brook, indica que aunque el multiplicador de duelo es pequeño, se traduce en un gran número de niños que han perdido a uno de sus padres. Hasta febrero de 2021, 37 mil 300 menores habían perdido al menos a uno de sus padres, de los cuales tres cuartas partes eran adolescentes. De ellos, 20 mil 600 eran niños blancos no hispanos y 7 mil 600 eran niños negros no hispanos. Las estimaciones de este estudio hasta el mes de febrero de 2021, basado en el exceso de muertes, indican 43 mil 000 menores que han perdido a uno de sus padres.
En México, en mayo pasado el senador Ricardo Monreal presentó una iniciativa en “materia de niñas, niños y adolescentes en situación de orfandad”, con la que se pretende implementar medidas y protocolos para garantizar su protección integral y recuperación física y psicológica, pero hasta la fecha no ha sido analizada ni discutida.
En noviembre de 2020, la Secretaría de Educación Pública y el DIF suscribieron un convenio para otorgar becas de estudio de 800 pesos a niñas, niños y adolescentes en situación de orfandad derivada de la pandemia causada por el virus SARS-CoV-2, sin embargo, no hay cifras disponibles de cuántos menores reciben dicha beca.
La magnitud de la mortalidad por COVID-19 en nuestro país ante el notable incremento de casos en la tercera ola y las nuevas variantes indican que el número de huérfanos seguirá creciendo. No hay que olvidar que ante la muerte repentina de los padres los menores corren un riesgo elevado de sufrir un duelo traumático, depresión, malos resultados educativos o incluso suicidio, y estas consecuencias pueden persistir a lo largo de su vida. Asimismo, estos sucesos han estado ocurriendo en momentos de aislamiento social y crisis económica que agravan aún más la gravedad de esta pandemia oculta.