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Decepciona la COP26

Desde 1992, en la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro, organizada por la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), la comunidad científica internacional lanzó la alerta sobre el terrible riesgo que enfrentaba el planeta si no se reducía el ritmo de la emisión de gases de efecto invernadero (GEI), lo cual calentaría todo el planeta, afectaría todos los ecosistemas y ocasionaría eventos climáticos desastrosos.

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Durante más de una década, políticos, empresarios y algunos científicos pagados repitieron hasta la saciedad que el calentamiento global ocasionado por el ser humano era inexistente. Hoy, a casi 30 años de distancia, lo pronosticado por los expertos es una realidad irreversible: el cambio climático se cierne de diversas formas y magnitudes en toda la Tierra y pone en jaque a la humanidad, principalmente a los más pobres.

Como ha ocurrido a lo largo de tres décadas, los más ricos reunidos en Glasgow, Reino Unido, continúan sin asumir los compromisos necesarios para atenuar los efectos de sus sistemas de producción, industrias y compañías. En los 11 días que duró la COP26, políticos, empresarios y funcionarios sostuvieron reuniones para aplazar las decisiones y no enfrentar la catástrofe climática. Ignoraron, nuevamente, a la ciencia.

El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), que reúne a científicos de todo el mundo, desde hace 33 años ha dado a conocer los efectos de las emisiones de GEI conformados principalmente por dióxido de carbono (CO2), metano (CH4), óxido nitroso (N2O), hidrofluorocarbonos (HFC), perfluorocarbonos (PFC) y hexafluoruro de azufre (SF6), cuya acumulación en la atmósfera por la actividad humana no tiene precedentes desde hace cientos de miles de años.

Pero desde entonces se han pospuesto sistemáticamente las políticas públicas globales para enfrentar la crisis climática y se continúa tolerando la expoliación climática por unos cuantos. Así se hizo, otra vez, en la COP26.

Lo único que quedó claro en esta cumbre climática es que en las tres décadas pasadas ningún país ha cumplido sus compromisos. El conjunto de las casi 200 naciones ha eludido las obligaciones del Protocolo de Kyoto y del Acuerdo de París, especialmente los 20 países de mayor desarrollo reunidos en el G20 (entre ellos México), quienes también son los más contaminantes.

En 2020 el país que más GEI arrojó a la atmósfera fue China, con el 27% de las emisiones; en segundo sitio se encuentra Estados Unidos, con el 11%; en tercer lugar la Unión Europea, con 10%; India, con 7%; Rusia, 5%; Japón, 3%; Corea, 2%; Canadá, 2%; Irán, 2%; Arabia Saudita, 2%; México, 1%. Sin embargo, aunque China encabeza la lista desde 2005, se estima que históricamente Estados Unidos ha emitido el doble de gases que el gigante asiático.

Entre las expectativas que se pretendían alcanzar en la COP26 se encontraba la de comenzar a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y eliminar el uso de carbón; cumplir la promesa de otorgar $100 mil millones de dólares en apoyo para los países en desarrollo; estimular el financiamiento privado a gran escala para alcanzar el Acuerdo de París; fomentar políticas para la adaptación a los impactos climáticos, como los fenómenos meteorológicos extremos, y comprometer a los países miembros a alcanzar la tasa cero de neutralidad de emisiones de carbono. Sin embargo, prácticamente ninguno de estos objetivos se cumplió.

Desde 2015 el Acuerdo de París sobre el Cambio Climático establece el objetivo principal de mantener el aumento de la temperatura media mundial por debajo de los 2 grados Celsius (C) en este siglo, específicamente limitar el aumento de temperatura a 1.5 oC. La declaración final de Glasgow se basa en promesas de largo aliento y llamamientos sin plazos ni sanciones, para cumplir los compromisos climáticos.

En la propia declaración de Glasgow se reconoce que las emisiones globales para 2030 serán 13.7% mayores, por lo cual pide a los países (sin señalar a ninguno en concreto) que “revisen y refuercen los objetivos para 2030″ durante 2022. Imagen cortesía de: UNclimatechange.

“lamentablemente, la voluntad política colectiva no fue suficiente para superar algunas contradicciones profundas”, SEÑALÓ DURANTE LA CLAUSURA DE LA COP26, EL SECRETARIO GENERAL DE LAS NACIONES UNIDAS, ANTÓNIO GUTERRES. “Nuestro frágil planeta pende de un hilo. Seguimos llamando a la puerta de la catástrofe climática”.

Aunque se menciona que los combustibles fósiles y el carbón son los principales responsables de las emisiones de GEI, en los pronunciamientos solo se sugiere a los países reducir gradualmente su uso y disminuir subvenciones, de acuerdo a las políticas de cada país. Se eliminó la propuesta de eliminar el uso del carbón. Países productores de petróleo y gas, así como aquellos consumidores de carbón, se opusieron a las medidas estrictas contra estos combustibles de origen fósil.

De acuerdo con el informe del IPCC publicado hace tres meses, se calcula que para limitar el aumento de la temperatura media mundial a solo 1.5 ºC se requiere reducir las emisiones de CO2 en 45% para 2030; o reducir el 25% de CO2 en 2030 para limitar el calentamiento a 2 ºC. Algo que francamente será imposible considerando que el incremento actual es de 1.1 ºC.

El Panel prevé que en los próximos 20 años la temperatura mundial promedio alcance o supere el 1.5 ºC, y el programa de las Naciones Unidos sobre el Medio Ambiente prevé que las emisiones mundiales de GEI se incrementen 16% en 2030, lo cual podría aumentar la temperatura en 2.7 ºC a finales de siglo.

De hecho, en la propia declaración de Glasgow se reconoce que las emisiones globales para 2030 serán 13.7% mayores, por lo cual pide a los países (sin señalar a ninguno en concreto) que “revisen y refuercen los objetivos para 2030″ durante 2022.

Cerca de 140 países participantes se comprometieron a alcanzar las denominadas emisiones netas de cero carbono, lo que significa que solo pueden expulsar la misma cantidad de GEI, que puedan capturar con diversas medidas, por ejemplo, la reforestación de bosques y selvas. Sin embargo, sus planes y metas de corto plazo no coinciden con los compromisos internacionales de largo plazo. Concretamente países como China, India, Rusia, Brasil y México, que han incrementado notablemente sus emisiones.

De acuerdo con un estudio publicado en la revista Nature Communications el pasado 3 de noviembre, como resultado de la contaminación del aire por el consumo de bienes en las naciones del G20, han ocurrido 2 millones de muertes prematuras (entre ellas 80 mil bebés) en el resto del mundo.

Se pospuso el acuerdo de aportar 100 mil millones de dólares anuales de países desarrollados a países en desarrollo, para establecer políticas públicas contra el cambio climático, por el hecho de que las naciones ricas son quienes más GEI han emitido históricamente. En la COP26 se volvió confirmó este compromiso, pero se disminuyó el monto a solo 40 mil millones de dólares, aunque no se dijo cuándo; incluso se lanzó un nuevo proceso para redefinir nuevos objetivos globales de financiamiento para distintas medidas y para fondos de desastres por los daños ocasionados por las catástrofes climáticas en los países pobres.

Los impactos del cambio climático en todas las regiones del planeta aumentarán en los próximos años, pero no solo afectará el clima y los ecosistemas sino también otros renglones, por ejemplo, la salud de los habitantes del planeta.

De acuerdo con un estudio publicado en la revista Nature Communications el pasado 3 de noviembre, como resultado de la contaminación del aire por el consumo de bienes en las naciones del G20, han ocurrido 2 millones de muertes prematuras (entre ellas 80 mil bebés) en el resto del mundo.

Las emisiones de partículas finas (PM2.5) producidas por la contaminación de combustibles fósiles están asociadas con alrededor de 4 millones de muertes prematuras cada año en todo el mundo, y la mayoría de ellas ocurren en países de ingresos bajos y medianos, señala el artículo publicado por un equipo de científicos encabezados por Keisuke Nansai, del Instituto Nacional para Estudios Ambientales de Tsukuba, Japón.

Estos contaminantes del aire se asocian con la producción de bienes que se consumen en otros países, a menudo de altos ingresos, lo que demuestra el impacto en la salud del consumo de una nación a otra, señala el estudio.

La COP26 buscaba lograr acuerdos para tratar que el calentamiento global no sobrepase ciertos umbrales de temperatura para que sus efectos sean menos dañinos, pero fracasó.

El propio Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres, señaló durante la clausura de la COP26 que lamentablemente la voluntad política colectiva no fue suficiente para superar algunas contradicciones profundas. “Nuestro frágil planeta pende de un hilo. Seguimos llamando a la puerta de la catástrofe climática”.

Reconoció que la ciencia nos dice que la prioridad absoluta debe ser la reducción rápida, profunda y sostenida de las emisiones en esta década, específicamente, un recorte del 45% para 2030, en comparación con los niveles de 2010. “Pero seguirán aumentando las emisiones en esta década en un camino que claramente nos llevará muy por encima de los 2 grados para fines de siglo en comparación con los niveles preindustriales”.

En 2025 se llevará a cabo una nueva reunión internacional y seguramente se repetirán los mismos compromisos, pero en un mundo en peores circunstancias por el cambio climático.

 
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