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El SARS-CoV-2 causa coágulos en la sangre

Nick Cordero un célebre actor de Broadway de 41 años, nominado al Tony, se contagió de COVID-19 a mediados de marzo pasado. No sufría condición preexistente de ninguna enfermedad, sin embargo, lo que parecía ser un cuadro leve repentinamente se convertiría en un caso grave, por lo que tuvo que ser ingresado a la unidad de cuidados intensivos del Centro Médico Cedars-Sinai, en Los Ángeles, el 31 de marzo.

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Tuvo sepsis, microderrames cerebrales y sus pulmones estaban severamente dañados. “Parecían casi de un fumador durante 50 años. Están tan dañados que hay agujeros en sus pulmones donde obviamente no quieres que haya agujeros”, dijo su esposa Amanda Kloots, en su cuenta de Instagram.

Desde entonces el actor no ha despertado, se encuentra en un coma inducido. A pesar de ser joven y sano su estado de salud es crítico y las complicaciones se han venido sumando ante los efectos de un virus desconocido que, ahora se sabe, no solo afecta los pulmones (donde causa neumonía), sino que afecta los riñones, el corazón, el hígado, el cerebro y el sistema circulatorio, entre otros. De hecho, a Cordero se le tuvo que implantar temporalmente un marcapasos para ayudar a su corazón.

Pero una de las afectaciones que más preocupa a la comunidad científica y médica es que el coronavirus ocasiona coágulos en la sangre, algo nunca antes visto con ningún otro virus, pero que es frecuente entre los pacientes graves y críticos de COVID-19 en todo el mundo.

Cordero tuvo hemorragias intestinales, por lo cual le suministraron coagulantes, pero esto complicó su estado ya que el coronavirus formó coágulos que comenzaron a obstruir la circulación sanguínea hacia los dedos de su pierna derecha.

Los médicos se enfrentaron ante la disyuntiva de aliviar su presión arterial y detener la hemorragia interna o seguir suministrando anticoagulantes para que la sangre llegara a los dedos de la pierna. Optaron por atacar la hemorragia que ponía en riesgo su vida. Sin embargo, los coágulos generados por el virus ocasionaron la amputación de su pierna.

El síndrome respiratorio agudo es el principal efecto de la COVID-19, el segundo es la coagulación de la sangre en casi todo el organismo, lo que ocasiona fallos renales, respiratorios, hepáticos y cerebrovasculares. Este problema no solo se presenta entre pacientes de más de 60 años, sino también, como es el caso de Cordero, entre jóvenes con o sin enfermedades preexistentes.

Aún se ignora la causa, pero la sangre de los enfermos presenta signos de engrosamiento y coagulación en los diferentes órganos lo que ocasiona la destrucción del organismo y la muerte.

Por ello, ahora los científicos y médicos consideran a la COVID-19 no solo como una enfermedad respiratoria, también una enfermedad de la sangre y multiorgánica.

“Nuestros hallazgos demuestran que COVID-19 está asociado con un tipo único de trastorno de coagulación de la sangre que se centra principalmente en los pulmones y que indudablemente contribuye a los altos niveles de mortalidad entre los pacientes”

James O’Donnell, director del Centro Irlandés de Biología Vascular

Los coágulos generados por el virus ocasionaron la amputación de la pierna del actor estadounidense Nick Cordero. Los científicos han identificado que el virus del SARS-CoV-2 ocasiona el engrosamiento y coagulación de casi el 25% de los enfermos críticos. Foto: Cortesía de eurekalert.org.
 

Tormenta de coágulos

Los nefrólogos se han percatado de que los catéteres usados en las diálisis renales de los pacientes de COVID-19 se tapan con coágulos; los neumólogos han observado que secciones de los pulmones se quedan sin sangre; los neurocirujanos han incrementado el número de cirugías cerebrales por accidentes cerebrovasculares ocasionados por trombos, e incluso, los cirujanos generales han amputado cada vez más extremidades que se quedan sin irrigación sanguínea.

Los moretones en todo el cuerpo y las piernas hinchadas son cada vez más comunes y a menudo anteceden a la muerte súbita. Las evidencias científicas en todo el mundo demuestran que entre el 20% y el 30% de los enfermos críticos padecen esa tormenta de coágulos de sangre.

El científico francés Julien Poissy, publicó el pasado 7 de mayo en la revista Circulation, de la Asociación Americana del Corazón, un estudio donde analizó a 107 pacientes con COVID-19 ingresados a la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Universitario de Lille, Francia. Inesperadamente, encontró un número alto de entre 20.6% y 24.3% de los pacientes en UCI que presentaron complicaciones de embolia pulmonar (EP).

Científicos clínicos de la Universidad de Medicina y Ciencias de la Salud y del Centro Irlandés de Biología Vascular también observaron que los pacientes irlandeses ingresados con infección grave por el coronavirus están experimentando una coagulación sanguínea anormal que contribuye a la muerte de algunos de ellos.

Encontraron microcoágulos en los pulmones, lo que explica el incremento de las probabilidades de requerir su admisión en las Unidades de Cuidados Intensivos. “Nuestros hallazgos demuestran que COVID-19 está asociado con un tipo único de trastorno de coagulación de la sangre que se centra principalmente en los pulmones y que indudablemente contribuye a los altos niveles de mortalidad entre los pacientes”, detalla James O’Donnell, director del Centro Irlandés de Biología Vascular.

La COVID-19 causa coágulos en la sangre
El nuevo coronavirus ataca directamente las células endoteliales que cubren los vasos sanguíneos en todo el organismo, lo que ocasiona la formación de coágulos y microcoágulos. Foto: Cortesía de eurekalert.org.

Los hallazgos publicados en la revista British Journal of Hematology indican que había cientos de pequeños coágulos de sangre en los pulmones. Este escenario no se ve con otros tipos de infección pulmonar y explica por qué los niveles de oxígeno en la sangre caen dramáticamente durante la infección del coronavirus.

Por ello, O’Donell  afirma que resulta fundamental comprender cómo se forman estos microcoágulos dentro del pulmón para desarrollar tratamientos más efectivos, particularmente entre aquellos pacientes de grupos de alto riesgo.

Todavía se desconoce la causa de esta coagulación, pero una posible explicación es que el coronavirus ataca directamente las células endoteliales, las que cubren los vasos sanguíneos. El vaso sanguíneo es como una suave y pequeña tubería que recorre todo organismo en forma de venas, arterias, arteriolas y capilares cuyo revestimiento, en individuos sanos, puede evitar la formación de coágulos. Pero el coronavirus daña estas células del revestimiento y provoca que se produzcan unas proteínas llamadas Dimero 2 que desencadenan el proceso de coagulación.

Una investigación de Frank Ruschitzka y sus colegas del Hospital Universitario de Zurich, del Hospital Brigham and Women en Boston, y de la Escuela de Medicina de Harvard, publicada en la revista The Lancet el 2 de mayo, señala que el SARS-CoV-2 infecta al huésped usando un receptor de la enzima convertidora de angiotensina 2 (ACE2, por sus siglas en inglés), que el virus usa como pequeña “puerta molecular” para ingresar a las células pulmonares, pero ACE2 es el mismo receptor que se expresa ampliamente en varios órganos, incluidos el pulmón, el corazón, riñón e intestino, incluso en los mismos vasos sanguíneos.

En experimentos con células humanas in vitro, los investigadores observaron que el SARS-CoV-2 puede infectar directamente a los organoides de los vasos sanguíneos. Al llevar a cabo las autopsias de varias víctimas de la pandemia encontraron coronavirus en las células endoteliales dentro del tejido renal, el hígado, corazón y pulmón.

Este nuevo fenómeno traído por el coronavirus tiene un doble golpe devastador para el organismo humano: por un lado, la neumonía obstruye los pequeños sacos llamados alvéolos de los pulmones, que en lugar de contener aire y oxígeno están llenos de líquido o pus, pero a la vez los microcoágulos impiden que la sangre oxigenada se mueva a través de ellos. Esto ayuda a explicar por qué algunas personas tienen lecturas críticamente bajas de oxígeno en la sangre y por qué, con frecuencia, ni siquiera la ventilación mecánica les ayuda.

Los pacientes con mayores signos de respuesta inflamatoria tienen más probabilidades de sufrir eventos cardiovasculares graves y mayor riesgo de morir.

Daños al tejido del corazón

Las evidencias de los análisis clínicos indican que este problema anormal de coagulación de la sangre resulta en un riesgo significativamente mayor de ataques cardíacos y accidentes cerebrovasculares, sin embargo, aún no se conoce cómo es que se activan las vías de coagulación como respuesta inmune a la infección.

Lo que sí se ha determinado es que el nuevo coronavirus también infecta directamente los tejidos del corazón y causa inflamación, lo cual agrava los problemas cardiovasculares preexistentes.

De acuerdo con los hallazgos de Shuyang Zhang, investigador del Departamento de Cardiología del Hospital de la Universidad Médica de la Unión de Pekín, se desencadena una respuesta inmune excesiva en el cuerpo, llamada “tormenta de citocinas o citoquinas” que lleva al cuerpo a atacarse a sí mismo.

La inflamación juega un papel importante en el desarrollo y las complicaciones de las enfermedades cardiovasculares, pero la COVID-19 tiene varias formas para desencadenar y agravar estos problemas.

“Hemos visto que los pacientes con mayores signos de respuesta inflamatoria tienen más probabilidades de sufrir eventos cardiovasculares graves y mayor riesgo de morir“, señala Zhang en un estudio publicado a finales de abril en la revista Frontiers in Cardiovascular Medicine.

Esta tormenta de citocinas afecta el sistema inmunológico al hacer que las células inmunes liberen un torrente de señales químicas que aumentan la inflamación, lo cual, a su vez, afecta la coagulación. Una mezcla letal que las combina y las agrava.

Luego de revisar cientos de tratamientos de enfermos graves, Zhang estableció una guía para la selección de terapias antiinflamatorias cardiovasculares específicas, dependiendo de la gravedad de la enfermedad y la respuesta del paciente a la terapia.

Además, lo combina con medicamentos de vía inmune que atacan el exceso de citocinas y disminuyen las arritmias cardiacas, pero esto lo combina con terapias antiinflamatorias de largo plazo para reducir el daño agudo, entre otros factores.

La tormenta de citocinas que ocasiona la COVID-19 producen trombina, un compuesto que promueve la formación de coágulos, pero también puede aumentar la inflamación.

se desencadena una respuesta inmune excesiva en el cuerpo, llamada tormenta de citocinas o citoquinas que lleva al cuerpo a atacarse a sí mismo.

La tormenta de citocinas

Sobre la marcha y contra reloj los biomédicos como Zhang están desarrollando nuevos protocolos de tratamientos para enfrentar esta afectación, no hay que olvidar que se trata de un problema nuevo del que no hay referencia alguna.

Algunos investigadores sugieren proporcionar a los pacientes altas dosis de medicamento anticoagulante incluso antes de que aparezca cualquier evidencia de coagulación.

En un estudio publicado en la revista The Lancet, por el investigador Ricardo J. Jose, del Hospital Real Bompton, del Reino Unido, se indica que con la sobreproducción de citocinas proinflamatorias o “tormenta de citocinas” (que son proteínas que produce el organismo como respuesta inmune a una infección), se generan lesiones multiorgánicas.

Estas citocinas producen trombina, un compuesto que promueve la formación de coágulos, pero también puede aumentar la inflamación. Para enfrentar esto, habitualmente se suministran anticoagulantes fisiológicos. Sin embargo, en los pacientes se presenta un desequilibrio de procoagulante-anticoagulante que los predispone al desarrollo de microtrombosis y falla de órganos.

Es común encontrar concentraciones elevadas de la trombina y coagulación intravascular diseminada en las personas fallecidas, por lo que se requieren tratamientos anticoagulantes más precisos, señala el estudio de Jose. Para ello se necesitan más investigaciones sobre las terapias, pues los médicos tienen que decidir entre aplicar anticoagulantes y el riesgo de hemorragias, como ocurrió con Nick Cordero.

el científico sugiere la aplicación de trombina dirigida por factor de coagulación Xa o PAR-1, y lo considera “un enfoque atractivo para reducir la microtrombosis causada por el SARS-CoV-2”. Pero todavía falta probarlo clínicamente.

Ante la complejidad que representa la COVID-19, que es muchísimo más grave que una simple gripe (como algunos políticos y funcionarios suelen declarar), los científicos y médicos saben que este nuevo enemigo de la humanidad no será fácil de vencer, y ante la urgencia de probar terapias advierten sobre el riesgo de usar nuevos medicamentos sin análisis preclínicos, que autentifiquen todos sus efectos.

Pero también nos enfrentamos a un escenario donde urge encontrar tratamientos seguros y efectivos.

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