Por primera vez, 142 días después de que el Consejo de Salubridad General declarara la emergencia sanitaria nacional el 31 de marzo, en su Informe técnico diario del 20 de agosto, la Secretaría de Salud recomendó el “uso de cubrebocas” como una medida de higiene básica.
Thank you for reading this post, don't forget to subscribe!La irresponsabilidad del gobierno federal dejó pasar casi cinco meses, más de medio millón de personas infectadas y casi 60 mil fallecimientos para, por fin, “aceptar” la evidencia científica que sostiene que el uso de cubrebocas y mascarillas como una de las medidas más efectivas para prevenir la infección por el coronavirus SARS-CoV-2.
Es imposible saber cuántas personas pudieron haber salvado la vida si desde un inicio se hubiera recomendado su uso. Las decisiones que toma Hugo López-Gatell, el encargado de combatir la pandemia en México, salvan vidas o las condena. Pero, embelesado por su propia imagen mediática, pareciera que no es consciente de ello.
Conferencia tras conferencia a lo largo de meses, negó las evidencias científicas y sostuvo que “no existían bases científicas” sobre la eficiencia y eficacia del cubrebocas contra la COVID-19. Mintió, volvió a mentir y miles de personas han muerto.
Conferencia tras conferencia a lo largo de meses, se negaron las evidencias científicas y se sostuvo que “no existían bases científicas” sobre la eficiencia y eficacia del cubrebocas contra la infección por COVID-19.
Aún hoy no se ha implementado la obligatoriedad de su uso como política de prevención de salud pública, a pesar de que esa es la recomendación de la comunidad científica internacional y de la Organización Mundial de la Salud. Quien diga lo contrario, simplemente engaña.
Sin duda, esta decisión puede ser motivo suficiente para un juicio político y hasta penal. De acuerdo con la Ley Federal de Responsabilidades Administrativas de los Servidores Públicos, en el Artículo 8 fracción primera, se establece que todo servidor público tiene la obligación de “cumplir el servicio que le sea encomendado y abstenerse de cualquier acto u omisión que cause la suspensión o deficiencia de dicho servicio o implique abuso o ejercicio indebido de un empleo, cargo o comisión.”
El no aceptar las evidencias científicas sobre el uso de cubrebocas y no implementar las medidas para promover su uso entre la población ha sido un acto de omisión de López-Gatell que ha hecho extremadamente deficiente el servicio que debe brindar a los mexicanos al ostentar el cargo como Subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud y también como responsable de la respuesta del país ante la pandemia causada por el coronavirus.
Debido a que aún no existen vacunas ni medicamentos para combatir la COVID-19 las medidas de prevención para mitigar la transmisión del coronavirus son necesarias y urgentes. Las tres mejores estrategias para prevenir son el distanciamiento físico, la limitación de los viajes de personas y el uso generalizado de cubrebocas.
Desde que inició la pandemia, se han publicado decenas de trabajos científicos que demuestran la eficacia del uso de cubrebocas, por ejemplo, el publicado en la revista Nature Communications el pasado 13 de agosto, realizado por Colin J. Worby, del Instituto Broad del MIT y Harvard, EE. UU., titulado “Uso de mascarillas faciales en la población general y óptima asignación de recursos durante la pandemia de COVID-19”.
En esta investigación, mediante modelos matemáticos para examinar el impacto epidemiológico de las mascarillas, considerando limitaciones de recursos y una variedad de dinámicas de oferta y demanda, incluso con un limitado efecto protector, se demostró que pueden reducirse las infecciones y muertes totales, y retrasar el pico de la epidemia.
Con una intervención eficaz, si se generaliza su uso se puede obtener una mayor mitigación en una variedad de escenarios, especialmente para disminuir la propagación del patógeno desde personas asintomáticas hacia grupos de riesgo como ancianos y personas con comorbilidades.
Los científicos han demostrado que el uso de mascarillas, protectores para ojos y el distanciamiento físico de cuando menos 2 metros, conforman las mejores estrategias de protección personal.
Los Centros para el Control de Enfermedades de los EE. UU. recomiendan que el público en general debe usar mascarillas faciales para ayudar a disminuir las posibilidades de contagio de COVID-19.
La Organización Mundial de la Salud en su informe “Asesoramiento sobre el uso de mascarillas en el contexto de COVID-19”, del 5 de junio, recomendó el uso generalizado “en situaciones y entornos específicos como parte de un enfoque integral para suprimir la transmisión de SARS-CoV-2”.
Asimismo, en un análisis de 172 investigaciones llevadas a cabo en 16 países en 6 continentes, se midió el impacto del distanciamiento físico, el uso de mascarillas y la protección ocular para prevenir la transmisión del SARS-CoV-2 de persona a persona.
La investigación publicada en la revista The Lancet, el pasado 1 de junio, por un equipo internacional de científicos dirigido por Holger Schunemann, de la Universidad McMaster, Canadá, encontró que “el uso de mascarillas N95 podría resultar en una gran reducción en el riesgo de infección de hasta el 95% y brindan una certeza 3% mayor que las mascarillas o cubrebocas quirúrgicas desechables o los cubrebocas reutilizables de algodón de más de 3 capas”.
Estas mascarillas pueden impedir el paso de casi todas las micropartículas de aerosoles que miden entre 2.5 a 5 micras (una micra mide una milésima de milímetro).
Los científicos han demostrado que el uso de mascarillas, protectores para ojos y el distanciamiento físico de cuando menos 2 metros, conforman las mejores estrategias de protección personal.
Sin embargo, en México apenas ayer, 20 de agosto, la Secretaría de Salud recomendó a la sociedad mexicana el uso de cubrebocas. ¿Será que a partir de hoy el Presidente de México usará cubrebocas?