El coronavirus SARS-CoV-2 no es nuevo, ha estado circulando entre los murciélagos desde 1948, desde hace más de 70 años, hasta que en diciembre de 2019 infectó al primer ser humano en la ciudad de Wuhan, China, y originó la pandemia de COVID-19 que ya ha cobrado la vida de más de 662 mil personas en todo el mundo.
Thank you for reading this post, don't forget to subscribe!De acuerdo con una investigación que analizó la historia evolutiva del SARS-CoV-2, por un equipo de científicos de Bélgica, China, Estados Unidos y Reino Unido encabezado por Maciej Boni, del Centro de Dinámica de Enfermedades Infecciosas de la Universidad Estatal de Pennsylvania, el virus de murciélago RaTG13 ha sido identificado como el virus más estrechamente relacionado con el nuevo coronavirus que lo identifica como el más probable origen filogenético de la pandemia.
“Hay preguntas evolutivas pendientes sobre la reciente aparición del coronavirus en los humanos”, señalan los investigadores en el artículo publicado esta semana en la revista Nature Microbiology. “Como el papel que tienen especies de animales como reservorios, la recombinación de los virus y el tiempo de divergencia de virus animales”.
Los investigadores encontraron que los sarbecovirus —el subgénero viral al que pertenecen el SARS, MERS y el SARS-CoV-2—, se somete a recombinación frecuente, pero el SARS-CoV-2 en sí no es un recombinante de ningún sarbecovirus detectado hasta la fecha.
Utilizaron datos genómicos de los sarbecovirus, identificaron regiones genéticas que no han sufrido recombinación y las usaron para reconstruir su evolución.
Examinaron el gen de unión entre el receptor de la proteína espiga del virus y el receptor humano ACE2, que usa el germen para ingresar a las células y observaron que se trata de una capacidad ancestral compartida entre otros virus de murciélagos.
Todos los enfoques del análisis sugieren que RaTG13 y el nuevo coronavirus comparten un único linaje ancestral y estiman que el SARS-CoV-2 divergió genéticamente de los sarbecovirus de murciélago en los años 1948, 1969 y 1982.
En análisis previos se ha sugerido que el coronavirus pudo haber saltado del murciélago al ser humano a través de un animal intermediario, como el pangolín, pero esta investigación señala que es la consecuencia de un salto zoonótico directo o casi directo de los murciélagos al ser humano, porque los residuos clave de unión al receptor ACE2 humano estaban presentes en los virus que circulaban entre los murciélagos desde hace décadas.