Múltiples veces catastrófica, millones de veces dolorosa y trágica. Así ha resultado la pésima “gestión” del gobierno mexicano en contra de la pandemia de COVID-19. Cientos de miles de vidas perdidas y millones de personas enfermas.
Thank you for reading this post, don't forget to subscribe!La magnitud de la pandemia ha sobrepasado la capacidad de cálculo del gobierno mexicano (que es muy limitada). A un año de iniciada la emergencia sanitaria por el coronavirus nunca se pudo corregir ni la precisión ni la rapidez de los datos estadísticos, que en el campo de la epidemiología resultan clave para la toma de decisiones y para la mitigación de los efectos del nuevo patógeno.
En la era de la digitalización, de internet, de las comunicaciones satelitales, de la inteligencia artificial, del Big Data, resulta imperdonable no tener información epidemiológica confiable ni oportuna, en una época en la que se comparte tanta información como la que puede albergar en la biblioteca más grande del mundo, en tan solo un segundo, donde cada microsegundo se transmiten millones de mensajes de texto, fotografías, llamadas telefónicas, datos y videos y que, además, puede llegar a la palma de la mano de cualquier persona.
Según las nada confiables y desactualizadas cifras oficiales, hasta hoy se han perdido 200 mil 211 vidas por la COVID-19; de acuerdo con los cálculos de científicos y especialistas, alrededor de 500 mil mexicanos y mexicanas han perdido la vida.
Sin embargo, la Secretaría de Salud del gobierno federal jamás ha podido tener información epidemiológica veraz, ni a tiempo. Como ocurrió en el terremoto de 1985, todavía se desconoce la magnitud de la catástrofe causada por el nuevo coronavirus, pero multiplicada por la pésima gestión sanitaria.
A un año de iniciada la emergencia sanitaria, en el mejor de los casos y según sus propios dichos, los datos llegan a la oficina del Subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, con entre tres y cuatro semanas de retraso. Pero también las cifras son subestimadas: entre 2.5 y 3 veces, en el caso de los fallecimientos, y de entre 5 y 20 veces, los datos de contagios. En términos reales, se trata de entre 500 mil y 600 mil muertes y entre 11 millones y 44 millones de contagios.
A un año de iniciada la emergencia sanitaria por el coronavirus, las cifras siempre han estado desactualizadas, constantemente retrasadas. “Por las condiciones geográficas complejas, dispersas”, dice Hugo López-Gatell.
Desde el inicio se minimizó la pandemia y se continúa haciendo. Para cualquier experto en epidemiología los datos son esenciales para entender la propagación de enfermedades, sin embargo, para López-Gatell son una molestia, algo que solo los medios utilizan para ‘tener más ganancias’.
Las modernas tecnologías aún no llegan ni permean en las instituciones mexicanas y menos en la mente de sus funcionarios. Reinan la ineficiencia y la tardanza del torpe y analfabeto aparato burocrático. En México la burocracia siempre vence a la ciencia y a la tecnología.
Si es que hay dependencias sanitarias sin internet se ha desperdiciado todo un año para resolver el problema. Bien podría usarse el teléfono celular, el teléfono fijo, el telégrafo o, en el peor de los casos, palomas mensajeras para contar con cifras actualizadas día con día.
Pero para las autoridades sanitarias tener datos actualizados es mero dato anecdótico. Carece de importancia. Al contrario: es una molestia que los medios de comunicación informen sobre el número de muertes y contagios.
Las cifras de las muertes no son importantes para el gobierno, al fin y al cabo no aplica ninguna medida de mitigación. El coronavirus y todas sus variantes circulan libremente por el país.
Desde el inicio se minimizó la pandemia y se continúa haciendo. Para cualquier experto en epidemiología los datos son esenciales para entender la propagación de enfermedades, sin embargo, para López-Gatell son una molestia, algo que solo los medios utilizan para tener más ganancias.
Los datos, esos perversos datos, aún siendo oficiales muestran un crecimiento notable en el número de fallecimientos. Desde febrero de 2020 –cuando se reportó el primer caso en el país– hasta el 19 noviembre, diez meses, ocurrieron 100 mil fallecimientos y, en tan solo cuatro meses, esta cifra se duplicó.
La pandemia está lejos de haber sido domada.
El responsable de combatir la pandemia en México es quien menos sabe de ciencia. Incapaz de leer y entender un artículo científico. Ignora la información que se publica en revistas internacionales especializadas. Prefiere dispersar mentiras y prejuicios día con día.
Ausencia de pruebas y controles sanitarios
Los viajeros (contagiados o no) de cualquier país pueden entrar a México sin necesidad de prueba alguna. No hay puestos sanitarios en aeropuertos, puertos ni fronteras, como lo recomienda la Organización Mundial de la Salud y como se establece en el Reglamento Sanitario Internacional.
No se quiere molestar a los turistas ni con el pétalo de una prueba porque al subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud le preocupa más la repercusión que esto pueda tener en la industria turística que el riesgo para la salud y para la vida de los mexicanos.
Las nuevas variantes del coronavirus (del Reino Unido, Sudáfrica y Brasil), han demostrado ser resistentes a la mayoría de las pocas vacunas que existen contra el patógeno, son más infecciosas y más virulentas, pero en México pueden circular libremente.
Al gobierno tampoco le importa aplicar pruebas de diagnóstico, ni siquiera entre los fallecidos y enfermos por la COVID-19. A la mitad de las personas que se contagian y mueren no se les realiza prueba alguna. Son caras, se requiere equipo, material sofisticado y personal capacitado para llevarlas a cabo, y nuestro país no cuenta ni contará con recursos para ello. La mayor parte de los recursos públicos se destinan a otros fines más importantes para el gobierno.
Tampoco se ha promovido el uso de cubrebocas ni mascarillas. Durante meses, tanto López-Gatell como el Presidente de México han negado sistemáticamente su utilidad.
En varias conferencias, contrario a lo que dice la ciencia, López-Gatell señaló que solo servía el cubrebocas para evitar propagar el virus, pero no para evitar contagiarse. Resulta irresponsable, por decir lo menos, ver al propio subsecretario encargado de promover la salud y de combatir la pandemia, dispersar el virus por las calles de la ciudad, aún sabiendo ser contagioso. Dispersó el coronavirus estando enfermo de COVID-19.
La misma irresponsabilidad mostró al irse de vacaciones a finales de año y en pleno pico de la pandemia. Mientras en las conferencias de prensa cotidianas le pide a la gente quedarse en casa y mantener el aislamiento social, el funcionario vacacionó en espacios públicos, rodeado de gente, sin usar cubrebocas, ni mantener la sana distancia.
Más de 200 mil fallecimientos y la pandemia está lejos de ser domada. Aunque se pretenda tener otros datos, aunque se viva en otra realidad, aunque se quiera acallar a la prensa crítica, la verdad y la frialdad de las cifras saldrán y se desnudará a quienes han gestionado de forma catastrófica la pandemia con decisiones que rayan, incluso, en la negligencia criminal.
El responsable de combatir la pandemia en México es quien menos sabe de ciencia. Incapaz de leer y entender un artículo científico. Ignora la información que se publica en revistas internacionales especializadas. Prefiere dispersar mentiras y prejuicios día con día.
Desde luego, gran parte de la crisis sanitaria del país tiene sus bases en las pésimas políticas públicas de gobiernos anteriores. Si algo ha desnudado la pandemia es la grave situación en la que ha estado inmerso el sistema de salud público mexicano desde hace décadas.
Años de corrupción mantienen desprotegidos a millones de mexicanos. Hugo López-Gatell ha sido parte de ese corrupto y atroz sistema. Primero como jefe de médicos residentes en el Instituto Nacional de Nutrición (INICMNSZ), en los gobiernos de Ernesto Zedillo y Vicente Fox; luego como director adjunto de epidemiología, durante el gobierno de Felipe Calderón y, en el gobierno de Enrique Peña Nieto fue director de Innovación en Vigilancia y Control de Enfermedades Infecciosas, también en el INICMNSZ. Si alguien conoce y ha sido parte de ese sistema ha sido él.
Pero la crisis sanitaria por la pandemia no sólo es culpa del pasado. Países en peores condiciones de pobreza y marginación han enfrentado mejor la emergencia. Guatemala, El Salvador, Nicaragua, Honduras tienen peor infraestructura sanitaria, pero en ellos el SARS-CoV-2 no ha impactado de forma tan severa como en México.
Nuestro país es el de mayor letalidad por el coronavirus: a lo largo del año la letalidad ha fluctuado entre el 14% y el 9%. También somos el país con más personal sanitario fallecido, con entre el 20% y el 30%. Ocupa el tercer lugar en el número de muertes oficiales, solo después de Estados Unidos y Brasil. Posee el primer lugar mundial en el subregistro de casos.
Y ahora lo único que se hace es gestionar las pocas vacunas que se han comprado a cuenta gotas. Deben alcanzar para el periodo electoral…
Más de 200 mil fallecimientos y la pandemia está lejos de ser domada. Aunque se pretenda tener otros datos, aunque se viva en otra realidad, aunque se quiera acallar a la prensa crítica, la verdad y la frialdad de las cifras saldrán y se desnudará a quienes han gestionado de forma catastrófica la pandemia con decisiones que rayan, incluso, en la negligencia criminal.
Artículo publicado en MVS noticias