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La infelicidad digital de los adolescentes

Luis Hernández, capitalino de 15 años, al igual que los adolescentes de su edad pasa más de 5 horas diarias pegado a su teléfono celular, a su tableta o a su computadora portátil. Para su familia es la mejor manera de entretenerlo y mantenerlo en casa, se han convertido en la nueva “nana electrónica”.

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Aunque la generación millennial (nacidos a mediados de los 80 y finales de los 90) les ha tocado crecer con internet, para la generación de Luis (nacidos entre 1995 y 2012) llamada también generación Z o centennials, los dispositivos electrónicos son su forma de socializar, de vincularse con sus semejantes y de conocer el mundo.

A veces, con su consola de videojuegos, compite a distancia con algunos amigos durante horas. Suele comunicarse con compañeros de clase a través de Snapchat, comparte fotos y memes en sus redes sociales con familiares y amigos. Antes de aprender a hablar tenía cuenta en Instagram, antes de empezar la escuela ya tenía un largo historial en Facebook y desde que sabe leer y escribir se la pasa leyendo y enviando mensajes por WhatsApp.

Luis es parte de las nuevas generaciones de seres humanos hiperconectados a los dispositivos electrónicos de las que Jean M. Twenge, investigadora de la Universidad Estatal de San Diego, llama generación iGen. Nacida después de 1995, es la primera generación en pasar toda su adolescencia en la era del teléfono inteligente. Con redes sociales y mensajes de texto que reemplazan otras actividades la iGen pasa menos tiempo con sus amigos en persona, “tal vez porque experimentan niveles de ansiedad, depresión y soledad sin precedentes”.

Esta nueva “actividad” de las y los adolescentes, esta nueva forma de “pasar el tiempo” es una preocupación creciente entre muchos padres, madres y profesores de prácticamente todo el mundo. Twenge, quién ha dedicado las últimas tres décadas a estudiar la psicología de las diversas generaciones, resalta que la llegada del teléfono inteligente ha cambiado radicalmente todos los aspectos de la vida de los adolescentes, desde la naturaleza de sus interacciones sociales hasta su salud mental.

La investigadora publicó en 2017 un libro que titulo: iGen: ¿Por qué los niños súper conectados de hoy en día están creciendo menos rebeldes, más tolerantes, menos felices, y sin preparación para la edad adulta, y lo que eso significa para el resto de nosotros? Ahí reúne gran parte de sus investigaciones realizadas desde hace tres décadas.

 

“Los adolescentes cuyos ojos están habitualmente pegados a sus teléfonos inteligentes son notablemente más infelices”: Jean M. Twenge, investigadora de la Universidad Estatal de San Diego.

Están hiperconectados pero ¿son más felices?

Algunos pedagogos y maestros han llegado a decir que los teléfonos inteligentes están acabando con la inteligencia de las nuevas generaciones. Investigaciones recientes señalan que están condenadas a la infelicidad, y en cierto sentido estas preocupaciones no están del todo erradas.

La sociedad, en especial las madres, educadores y empleadores tienen una necesidad urgente de comprender a la creciente generación actual de adolescentes y adultos jóvenes, este fenómeno sumamente complejo contribuyen las investigaciones de Twenge.

Aunque muchos adolescentes, niñas y niños no estarían de acuerdo, la investigadora señala que “la felicidad no es un teléfono inteligente”.

“Los adolescentes cuyos ojos están habitualmente pegados a sus teléfonos inteligentes son notablemente más infelices” afirma la reconocida psicóloga quien explora el vínculo entre la satisfacción de la vida adolescente y el tiempo que dedican frente a la pantalla de los smart phones.

No es una exageración describir a iGen como “al borde de la peor crisis de salud mental en décadas y gran parte de este deterioro puede atribuirse a sus teléfonos”, afirma Twenge. En sus investigaciones publicadas en revistas científicas como Emotion, Current Directions in Psychological Science, Psychiatric Quarterly, Sleep Medicine, entre otras, la investigadora sostiene que existe una relación entre el tiempo frente a la pantalla del teléfono inteligente con menor felicidad.

Uno de los descubrimientos para llegar a esta conclusión lo obtuvo del análisis de los datos recopilados en el Estudio Longitudinal Monitoring the Future (MtF), una encuesta realizada entre más de un millón de adolescentes estadounidenses entre los grados 10º y 12º, el equivalente al bachillerato en México. La investigadora y sus colegas encontraron que en promedio aquellos adolescentes (de entre 15 y 18 años) que pasaban más tiempo frente a la pantalla de dispositivos como consolas de videojuegos, tabletas, teléfonos inteligentes, computadoras e internet, eran menos felices que aquellos que dedicaban más tiempo a actividades como practicar deportes, estudiar arte o música, e interactuar socialmente cara a cara con otras personas.

La encuesta hizo preguntas a los estudiantes sobre la frecuencia con la que utilizaban las redes sociales, videojuegos, viendo memes, youtubers e influencers, enviando mensajes de texto y/o en video chats, así como preguntas sobre sus interacciones sociales y su felicidad general.

Al observar las tendencias históricas de los mismos grupos de edad desde la década de 1990, el equipo de investigadores notó que la proliferación de dispositivos digitales móviles coincidió con una disminución general de la felicidad reportada en los adolescentes estadounidenses.

 

el surgimiento simultáneo de “los teléfonos inteligentes y las redes sociales ha provocado un terremoto de una magnitud que no hemos visto en mucho tiempo”

Específicamente, la satisfacción en la vida, la autoestima y la felicidad de los jóvenes se desplomaron después de 2012. Ese es el año en que el número de estadounidenses que tenían un teléfono inteligente aumentó por encima del 50% del total de la población.

En un artículo publicado en la revista The Atlantic, en 2017, Twenge menciona que ningún factor único define una generación a pesar de que incluso cuando un evento sísmico, una guerra, un salto tecnológico, un concierto gratuito en el barro, juegan un papel descomunal en la formación de un grupo de jóvenes. La forma en cómo se crían los hijos, los planes de estudio en las escuelas o la cultura de los barrios cambian continuamente, son factores que inciden en las generaciones a lo largo de años.

Sin embargo, el surgimiento simultáneo de “los teléfonos inteligentes y las redes sociales ha provocado un terremoto de una magnitud que no hemos visto en mucho tiempo”. La psicóloga señala que hay pruebas convincentes de que los dispositivos que hemos colocado en manos de los jóvenes están teniendo profundos efectos en sus vidas y haciéndolos muy infelices.

Un rasgo característico que ha observado en las distintas generaciones es el poderoso “encanto de la independencia”, pero en los adolescentes de hoy es menos relevante y se refleja en menos probabilidades de salir de la casa sin sus padres. El cambio es sorprendente: los alumnos de 12º grado (tercero de bachillerato de México) en 2015 salían con menos frecuencia que los alumnos de octavo grado (segundo de secundaria) en 2009.

Esto también se ha reflejado en la manera de conseguir novio o novia. En la etapa inicial del cortejo, que los de la generación X (los nacidos entre 1965 y 1980) llamaban gusto ahora los adolescentes la llaman hablar, “una elección irónica para una generación que prefiere enviar mensajes de texto a tener una conversación real”, dice Twenge.

Después de que dos adolescentes han “hablado” por un tiempo, podrían comenzar a salir. Solo alrededor del 56% de los estudiantes del último año de secundaria salieron en citas; para los de la generación baby boomers (los nacidos entre 1946 y 1964) y X, el porcentaje fue de alrededor del 85%.

Aprender a manejar también ha perdido atractivo entre los adolescentes. Muchos de ellos no se interesan por la licencia de manejo, al fin y a cabo sus padres son buenos conductores y a la mayoría de ellos los siguen llevando a la escuela en sus autos. Los adolescentes describieron la obtención de su licencia como un tema para ser molestados por sus padres, una noción que habría sido impensable para las generaciones anteriores.

 

la iGen está creciendo más lentamente que las generaciones anteriores: los jóvenes de dieciocho años se ven y actúan como solían hacerlo los de quince años.

Tiempo frente a la pantalla

En un análisis que Twenge publicó en 2019, en Psychiatric Quarterly, afirma que en tres grandes encuestas entre más de 200 mil adolescentes de dos países, los usuarios “ligeros” de medios digitales, de poco más de 1 hora al día, informaron un bienestar psicológico sustancialmente mayor que los usuarios “intensivos”, con más de 5 horas diarias.

Los usuarios intensivos de medios digitales tenían entre un 48% y un 171% más de probabilidades de ser infelices, tener poco bienestar o tener factores de riesgo como depresión o ideación suicida. Estos usuarios tenían el doble de probabilidades de haber intentado suicidarse.

En contraste, los usuarios ligeros, con menos de dos horas frente a la pantalla, fueron los que obtuvieron el mayor bienestar psicológico.

Otro hallazgo sobre la iGen es que está creciendo más lentamente que las generaciones anteriores: los jóvenes de dieciocho años se ven y actúan como solían hacerlo los de quince años. Su comportamiento es diferente y eso se refleja en la manera en cómo pasan su tiempo, cómo se comportan y en sus actitudes hacia la religión, la sexualidad y la política. Socializan en formas completamente nuevas.

En un estudio publicado en la revista Emotion, en 2018, observó que los adolescentes más felices usaban los medios digitales un poco menos de una hora por día. Pasado este lapso, la infelicidad aumentaba conforme crecía el tiempo frente a la pantalla.

Sin embargo, también se percató de que los no usuarios generalmente tienen un bienestar más bajo que los usuarios ligeros, la ansiedad crecía. La abstinencia total de la pantalla tampoco conduce a la felicidad. “Un mayor uso de las redes sociales conduce a la infelicidad, pero la infelicidad no conduce a un mayor uso de las redes sociales”, señala Twenge.

Luego de varios años de estudio, la investigadora sugiere la importancia de establecer límites en el uso de los medios digitales: La clave entre medios digitales y felicidad es un uso limitado. Tratar de no pasar más de dos horas al día frente a la pantalla, aumentar la cantidad de tiempo en convivencia con amigos en persona y haciendo ejercicio, dos actividades muy vinculadas a un mayor bienestar.

Otro elemento de riesgo sobre el uso excesivo de medios digitales que destaca la investigadora es que disminuye el tiempo dedicado a dormir, lo cual puede tener efectos en la salud de adolescentes y jóvenes como daños fisiológicos comprobados por la falta de sueño.

De hecho, Luis Hernández frecuentemente es sorprendido en la cama con su celular en horas de la madrugada. “A la mañana siguiente me cuesta mucho trabajo despertarlo para que se prepare para ir a la escuela”, dice su mamá.

Si bien se requieren más investigaciones en este campo para entender la complejidad de los efectos de la hiperconexión, no todo lo relacionado con ella es negativo, pues como Jean M. Twenge ha descubierto, algunos elementos son beneficiosos por ejemplo, la nueva generación digital está obsesionada con la seguridad, rechaza los tabúes sociales que alguna vez fueron sagrados, se centra más en la tolerancia, no tiene paciencia para la desigualdad y quiere cosas diferentes de sus vidas y carreras.

La familia, los amigos y la sociedad debemos conocer a estas nuevas generaciones hiperconectadas, al fin y al cabo ellas dirigirán en algún momento a nuestra nación y al mundo.

 
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