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Confirman intercambio genético entre polinesios y antiguos nativos sudamericanos

Antiguos pobladores de una cultura preincaica llamada zenú o sinú, del sur de lo que hoy es territorio colombiano y norte de Ecuador, se mezclaron con los habitantes de las islas polinesias orientales entre los años 1150 y 1230 de nuestra era, casi 600 años antes de que llegaran colonizadores europeos al triángulo de la Polinesia.

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Los hallazgos en el campo de la genómica poblacional, publicados por un equipo internacional de científicos de México, Chile, Estados Unidos, Noruega y Reino Unido, demuestran un asunto ampliamente debatido entre antropólogos, arqueólogos, etnólogos y genetistas: que entre los polinesios y las antiguas culturas sudamericanas existió intercambio genético y, muy probablemente, cultural.

De acuerdo con la investigación dada a conocer en la revista Nature, el equipo de científicos encabezado por Andrés Moreno Estrada, del Laboratorio Nacional de Genómica para la Biodiversidad (Langebio) del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav) Irapuato (https://langebio.cinvestav.mx), llevó a cabo un análisis de genoma completo de 807 personas de 17 poblaciones de las islas del Pacífico, entre ellas Rapa Nui, también conocida como Isla de Pascua, y de 15 grupos poblacionales nativos de la costa del pacífico de América del Sur y México, y encontraron entre los polinesios la firma genética de la antigua población sudamericana que data de hace más de 800 años.

Este descubrimiento confirma la mezcla genética lo cual podría ayudar a explicar por qué el consumo de camote –originario de América del Sur– es extendido en las islas polinesias, pero no es suficiente para indicar cómo ocurrió dicho intercambio de ADN.

La expedición Kon Tiki

Hace 73 años, el explorador y etnógrafo noruego Thor Heyerdahl sostenía que una antigua cultura sudamericana, probablemente la inca, había colonizado las islas de la Polinesia mucho antes de que llegaran los europeos. Esto implicaba un viaje de más de 7 mil kilómetros desde el continente a través del Océano Pacífico.

Esta teoría fue desacreditada por la mayor parte de la comunidad de antropólogos y arqueólogos de la época, y en la actualidad se sabe que el origen de los polinesios proviene de antiguas migraciones asiáticas a través de Taiwán, hace más de 4 mil años, y no de Sudamérica, como propuso el noruego.

Sin embargo, una propuesta de Heyerdahl sí fue probada con los resultados de esta investigación: la posibilidad de viajar en una embarcación rudimentaria desde América del Sur hasta las islas polinesias, a través de un recorrido inhóspito de 7 mil kilómetros de mar abierto.

En 1947 el explorador iniciaría una aventura extremadamente peligrosa y partió acompañado de cinco hombres y un loro, desde el puerto peruano El Callao, a bordo de una balsa de troncos madera de 14 metros de largo por 5.5 de ancho a la que bautizó “Kon Tiki”, el nombre del dios del Sol para las culturas polinesias.

Luego de peligrosas peripecias a lo largo de 101 días, gracias a las corrientes marinas y de viento, llegaría con éxito el 7 de agosto de ese mismo año al atolón Rairoa en el archipiélago Tuamotu, situado en la Polinesia francesa. La expedición fue un éxito y demostró que era posible llegar desde Sudamérica a las islas del Pacífico Sur en una balsa.

De esta manera, un grupo de personas de la cultura zenú podría haberse embarcado en una aventura similar y en el año 1150 llegó a una de las islas polinesias orientales, procrearían hijos con isleñas, dejando su huella genética en su descendencia, misma que, ocho siglos después, fue identificada por el equipo de científicos encabezado por el mexicano Andrés Moreno Estrada.

Pero los polinesios eran navegantes experimentados y podría haber ocurrido que quienes llegaron a América del Sur hubiesen sido ellos, lo que implicaría la llegada a América casi tres siglos y medio antes de que lo hicieran los europeos.

Pudieron haberse mezclado en el continente y regresar a las islas. Incluso pudieron llegar a las costa y llevarse algunas nativas con las que procrearon hijos y dejarían su firma genética ancestral.

Sin embargo, no han sido descubiertos vestigios arqueológicos ni firmas genéticas de polinesios en poblaciones sudamericanas… al menos no hasta ahora.

Por otro lado, la teoría de que los incas pudieron haber colonizado las polinesias queda claramente descartado, ya que los segmentos de los cromosomas heredados por las poblaciones polinesias observados por los investigadores indican que datan de hace más de 800 años, época en la que todavía no existía el imperio inca o alguna de sus poblaciones previas. Además, la antigua población zenú es más cercana a América Central que a Perú.

Genes ancestrales de América del Sur

La Polinesia se integra por más de mil pequeñas islas en el centro y sur del Océano Pacífico y están compuestas por países independientes como Samoa, Tuvalu, entre otros, y por colonias de países occidentales como la Polinesia Francesa, Samoa Americana, Islas Cook, Hawái, Rapa Nui, y muchas más. Se distribuyen lo largo de un triángulo de 30 millones de kilómetros de mar en cuyos vértices se encuentran Hawái, Nueva Zelanda y Rapa Nui.

Una de las más conocidas es esta última, Rapa Nui o Isla de Pascua, popular por sus más de 900 enormes estatuas monolíticas antropomorfas talladas en piedra llamadas moáis, de varias toneladas de peso y que rodean toda la isla. Su origen se ha prestado para múltiples hipótesis, teorías e incluso algunas leyendas sobrenaturales, sin embargo, los resultados de esta investigación contribuyen, con base en el conocimiento científico, a esclarecer el origen de los habitantes de la isla.

La isla Rapa Nui o Isla de Pascua una de las polinesias más populares por sus estatuas monolíticas antropomorfas talladas en piedra llamadas moáis. Crédito: Nature/Andrés Moreno Estrada.

Algunos expertos en genética de poblaciones que han estudiado las migraciones ancestrales de la región sostienen que si hubo algún contacto con las culturas sudamericanas este tuvo que ocurrir, en primer lugar, en Rapa Nui, toda vez que es la isla más cercana al continente americano a 3 mil 700 kilómetros de la costa chilena.

Pero la señal genética sudamericana ancestral fue encontrada en habitantes de otras islas polinesias más lejanas como Fatu Hiva, en las Marquesas del Sur, que data del año 1150; Nuku Hiva, en el archipiélago de Marquesas del Norte, del año 1200; Palliser, en el archipiélago Tuamotu; y Mangareva, del archipiélago de Gambier, ambas de 1230. Mientras que en Rapa Nui, esta mezcla ocurrió en el año 1380.

“El hecho de que se comparta esta señal genética entre las cinco islas nos hace pensar que el contacto pudo haber existido en un punto intermedio de tiempo previo a que los polinesios llegaran a la Isla de Pascua”, señala Moreno Estrada.

El científico mexicano enfatiza que el análisis demuestra que hay afinidad genética entre los habitantes de las distintas islas con una secuencia de ADN de origen sudamericano y comenta que, en un segundo análisis, observaron que entre estas poblaciones polinesias existe esta señal compartida extremadamente similar, lo que indica un grado de parentesco o de identidad genética común.

Luego de siete años de investigación, los científicos descubrieron que la firma genética de fondo indica que entre el 2% y el 9% del genoma de los polinesios tiene un origen sudamericano: fragmentos de ADN heredados por 25 generaciones a lo largo de más de ocho siglos.

los científicos descubrieron que la firma genética de fondo indica que entre el 2% y el 9% del genoma de los polinesios tiene un origen sudamericano

Los segmentos de ADN rastreados obedecen a un solo contacto antiguo, pero no descartan que posteriormente pudieron haber ocurrido otros que determinaron una población genéticamente mixta que se extiende desde Polinesia del este central entre 1150 y 1230, hacia otras islas polinesias orientales y, finalmente, llegaron a Rapa Nui.

Además, el análisis genómico permitió a los investigadores analizar, rastrear y distinguir los diferentes ingredientes coloniales con otras poblaciones antiguas como la asiática y también con modernas como, por ejemplo, la gran influencia genética francesa en la Polinesia francesa, o de grupos españoles y chilenos que son parte de la historia de la población de Rapa Nui.

Paul Wallin, investigador del departamento de Arqueología e Historia Antigua de la Universidad de Uppsala, Suecia, y quien no participó en el proyecto, señala que estos resultados espectaculares tienen implicaciones importantes que permiten entender las migraciones tempranas y las interacciones entre poblaciones tan lejanas. “No se sugiere que Rapa Nui sea el punto de contacto inicial entre polinesios y sudamericanos, pero la mezcla identificada allí surgió en otra parte de Polinesia en una población que finalmente llegó a Rapa Nui”.

No se sugiere que Rapa Nui sea el punto de contacto inicial entre polinesios y sudamericanos, pero la mezcla identificada allí surgió en otra parte de Polinesia en una población que finalmente llegó a Rapa Nui

En otro artículo relacionado de la propia revista Nature, Wallin indica que este proyecto plantea otros posibles escenarios, por ejemplo, que las poblaciones polinesias hicieron viajes a Sudamérica y luego regresaron a Polinesia junto con gente sudamericana, o regresaron a la Polinesia con el patrimonio genético sudamericano.

Hay muchas posibilidades sobre cómo pudo haber ocurrido el encuentro entre ambos grupos, pero con los datos obtenidos hasta ahora los investigadores no pueden plantearlas, para ello será necesario llevar a cabo más estudios y no solo genéticos sino también arqueológicos, culturales, etnohistóricos, lingüísticos y hasta botánicos, entre otros.

El equipo de científicos de este proyecto es interdisciplinario y compaginó análisis de genómica poblacional con métodos matemáticos, antropología, biología, etnografía, informática, big data, etc. En él participaron, además, investigadores del Instituto Nacional de Medicina Genómica de México; el Instituto de Ingeniería Matemática y Computación de la Universidad de Stanford; la Facultad de Medicina de la Pontificia Universidad de Chile; el Departamento de Biociencias de la Universidad de Oslo; la Facultad de Medicina y la de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile; el Centro Wellcome para Genética Humana y el Instituto Jenner de la Universidad de Oxford; el Laboratorio Internacional de Investigación del Genoma Humano de la UNAM; el Instituto de Big Data del Centro Li Ka Shing de Información para la Salud y el Descubrimiento de la Universidad de Oxford, entre otros.

Análisis genómico y muestreos

El conocimiento y la comprensión de la diversidad genética de las poblaciones en América Latina es una línea de investigación del Langebio del Cinvestav Irapuato en la cual se enmarca este proyecto que inició gracias a una colaboración con los investigadores de la Universidad de Chile.

La iniciativa ChileGenómico –cuyo objetivo era conocer la diversidad genética de los habitantes de Rapa Nui o Isla de Pascua fue el punto de partida, pero pronto se extendió el estudio hacia las otras islas de la Polinesia y para ello se estableció la colaboración con las demás instituciones implicadas.

Los científicos hicieron el análisis de genoma completo lo cual requiere, por un lado, el procesamiento de una gran cantidad de información que fue hecha gracias a bases de datos compartidos y al desarrollo de herramientas de informática que permitieron determinar el componente ancestral de cada uno de los cromosomas de una manera muy precisa, con el cual pudieron estimar la dinámica de las mezclas genéticas que tiene cada grupo poblacional e incluso, determinar el número de generaciones en el que se introdujo el material genético del otro grupo. Este análisis se hizo con el genoma de 354 polinesios de 17 islas y con 453 nativos americanos.

Los primeros signos de mezcla genética en Polinesia ocurrieron en las islas Marquesas del Sur en el año 1150 y en el año 1230 se extendió hacia las islas cercanas, hasta llegar a Rapa Nui o Isla de Pascua, en el año 1380. Crédito: Nature.

En cada generación los cromosomas se mezclan y se van fragmentando, las porciones más cortas indican eventos migratorios más antiguos. En una población homogénea, por ejemplo, los cromosomas tienen el mismo perfil, y si se introduce un nuevo componente se puede ver esa señal genética con claridad. Se distingue fácilmente gracias al modelo matemático que puede medir la longitud de cada uno de esos segmentos, con la premisa de que los largos son recientes y los cortos son más antiguos.

Pero el otro aspecto que también resulta fundamental para un proyecto de este tipo es la recolección de las muestras. Algunas de ellas pertenecen a bancos genómicos de diversos países e instituciones, pero otros se tienen que recolectar directamente de personas vivas.

Esto requiere trabajo de genética combinado con la etnografía, antropología y sociología de los grupos poblaciones de donde se obtienen las muestras, en este caso, de las poblaciones originarias de las islas. Entre otras, esta labor fundamental fue llevada a cabo por Karla Sandoval Mendoza, experta en genética poblacional del Langebio del Cinvestav Irapuato. “Se trata de un trabajo muy importante que nos permite entender la dinámica de la población e involucrarlos con el proyecto”.

Para poder tomar las muestras, el equipo de científicos acudió a las autoridades políticas y líderes de las comunidades indígenas a quienes se les informó y explicó el objetivo del proyecto. Posteriormente, se llevaron a cabo reuniones con la comunidad y estudiantes, incluso algunos de ellos colaboraron activamente en la logística de recolección de muestras.

Para el caso de Rapa Nui, por ejemplo, se solicitó el apoyo al Consejo de Ancianos y, con el consentimiento de los pobladores, se llevó a cabo la recolección de 166 muestras de saliva entre habitantes de toda la isla.

Sandoval Mendoza recuerda que cuando inició sus trabajos en este campo con comunidades indígenas de México, como los triquis de la mixteca oaxaqueña, los pobladores prefirieron dar muestras de sangre y no de saliva o de cabello. “Ellos asociaban las muestras de cabello con brujería y, en cambio, relacionan la toma de muestras de sangre con inyecciones que curan y que son buenas”.

Estos elementos se conocen cuando se trabaja con las comunidades durante el periodo de muestreo, por ello, la investigadora considera clave informar e involucrar a las comunidades en el proyecto, pero además estima fundamental informar los resultados de la investigación para que no lo perciban como un saqueo. Ellos finalmente comparten sus historias, tradiciones y el material genético durante el tiempo del muestreo y “si no regresamos a informar los resultados es una falta de respeto”.

La investigadora considera que hacer este trabajo ayuda al propio proyecto, pero también deja las puertas abiertas para que otros colegas lleven a cabo futuros proyectos.

Origen y propagación de la ascendencia indígena antigua de América del Sur en la Polinesia. Se refleja la firma genética de la población zenú, en verde. También se muestran las poblaciones de América analizadas a genoma completo. Crédito: Nature
 
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