Cuando la OMS declaró la pandemia de COVID-19 hace dos años, fue una formalidad tardía. Había 120 mil casos y más de 4 mil muertes en 114 países de cinco continentes. Gobiernos como el de México, minimizaron al coronavirus: “se trata de una gripe similar a la influenza”, afirmaron. Hoy ha cobrado la vida de casi 700 mil personas en nuestro país y más de 6 millones en todo el mundo.
Como si su cometido fuera el combate y la resolución de las desigualdades en el planeta, la OMS fue reacia a recomendar dosis de refuerzo de la vacuna anticovid, y aunque siempre se ha proninciado por vacunar “a todas las personas”, hasta ahora, su grupo asesor de expertos ha decidido apoyar abiertamente la vacunación entre niñas y niños, y la aplicación de dosis de refuerzo de las vacunas.
Desde el inicio de la pandemia las cifras de muertes y contagios por COVID-19 de la Secretaría de Salud han estado muy por debajo de las propias cifras del gobierno federal y lo mismo ha ocurrido en la India, donde se calcula que han fallecido 3 millones y medio de personas por el coronavirus. Estos datos subestimados son los que usa la OMS para rastrear el impacto del SARS-CoV-2.
Ómicron, la nueva variante del SARS-CoV-2 que ya se extienden en 90 países, incluido México, puede eludir en gran medida la protección de todas las vacunas anticovid existentes hasta ahora, evade la protección del sistema inmunitario de personas que ya han padecido COVID-19 e inutiliza las terapias con anticuerpos monoclonales, señalan cinco investigaciones científicas publicadas en Nature.
La nueva variante de preocupación del coronavirus llamada Ómicron, que hasta ahora tiene 50 mutaciones, se une a la lista negra donde ya están Alpha, Beta, Gamma y Delta. La pandemia no ha terminado, con o sin Ómicron, la variante Delta del coronavirus sigue generando crisis en todo el mundo; en muchos países de Europa hay una nueva ola y en México está iniciando un nuevo repunte de contagios.