El debate central de esta cumbre era el financiamiento y la conformación de un fondo internacional que requería recursos por un billón 200 mil millones de dólares, aportados principalmente por los países ricos, principales responsables de emitir gases de efecto invernadero causantes del cambio climático, pero solo se consiguió una cuarta parte de ese dinero.
Las olas de calor son más frecuentes por el cambio climático y entre las regiones más susceptibles del planeta se encuentran México y Centroamérica, que pueden sufrir consecuencias devastadoras pues no están preparadas para mitigar sus efectos. Además, gran parte de su población es vulnerable por su rápido crecimiento, los malos servicios de salud y el limitado suministro de energía.
El cambio climático ha incrementado el riesgo de inudaciones repentinas generadas por el desbordamiento de los lagos que se forman por el deshielo de glaciares de cordilleras montañosas, lo que significa un riesgo para 15 millones de personas en todo el mundo, que viven en sus inmediaciones, principalmente de Asia y América del Sur.
De continuar la tendencia de emisiones de gases de efecto invernadero el cambio climático afectará la flora, fauna y vida microbiana marinas. Casi el 90% de 25 mil especies de vida analizadas corren un riesgo alto o crítico de desaparecer para el año 2100, lo que afectará sobre todo a los países de bajos ingresos que dependen de la pesca y son los que menos contribuyen a las emisiones globales.
Una vez más la voluntad política colectiva de los más ricos fue insuficiente para tomar las medidas urgentes, profundas y sostenidas contra el cambio climático, principalmente del G20. Durante la clausura de la COP26, António Guterres, Secretario General de las Naciones Unidas expreso: “Nuestro frágil planeta pende de un hilo. Seguimos llamando a la puerta de la catástrofe climática”.
Lo que debía ser la última reserva de hielo del Polo Norte y, quizá, del planeta llamada “Última Zona de Hielo” del Ártico, se está derritiendo más rápido de lo que los científicos habían calculado. En 2020 la pérdida de hielo marino debido al cambio climático conjugado con fuertes vientos cálidos generaron los niveles más bajos jamás registrados de hielo.